La energía nuclear, la menos apreciada de la cesta energética europea
¿Hay futuro en Europa para la energía nuclear?
Incluso cuando nos alejamos de la bomba nuclear y pensamos en la energía nuclear como un componente viable y aceptable de la cesta energética actual y futura de Europa, la oposición a esta energía puede seguir siendo intensa. Por supuesto, probablemente el incidente que permanece en la mente de los europeos de mayor edad es la terrible catástrofe de Chernóbil en 1986, pero la más reciente catástrofe nuclear de Fukushima en Japón en 2011 tampoco fue exactamente una gran publicidad para la industria de la energía nuclear, especialmente en Europa. Tras el accidente de Fukushima, la administración alemana decidió acelerar el cierre de todas sus centrales nucleares para 2022, los italianos votaron en contra de una ampliación de la capacidad de generación nuclear en un referéndum e incluso Francia, que depende desde hace tiempo de la energía nuclear para generar hasta el 75 % de la energía consumida en el país, anunció que se propone reducir en una tercera parte su producción nuclear en los próximos veinte años. Sin embargo, la energía nuclear es, y seguirá siendo, un contribuyente importante a la cesta energética de Europa en un futuro próximo. La Unión Europea (UE) depende de la energía nuclear para más de la cuarta parte de sus necesidades de electricidad y una mayor proporción de la energía de carga de base, según la Asociación Nuclear Mundial. Y lo más importante, para los ambiciosos objetivos climáticos de la UE, la energía nuclear proporciona más de la mitad de la electricidad con baja emisión de carbono de la Unión. Junto con el hecho de que la UE es el mayor importador de energía del mundo y que en los últimos años se ha dedicado mucho tiempo a aumentar su independencia energética a través de iniciativas como la Unión de la Energía, los responsables políticos no pueden permitirse el lujo de pasar por alto los beneficios positivos que la energía nuclear todavía puede aportar. Por supuesto, la palabra clave es seguridad: la energía nuclear solo será plenamente aceptada por los europeos como fuente de energía admisible si están convencidos de que los responsables políticos y los ingenieros han tomado todas las medidas necesarias (y más) para garantizar la robustez de todas las centrales nucleares que existen en el continente. Este aspecto es de suma importancia, sobre todo tras los accidentes de Chernóbil y Fukushima aún frescos en la memoria. Más si cabe cuando se tiene en cuenta que varios países europeos que dependen en gran medida de la energía nuclear, como por ejemplo Bélgica, tienen centrales anticuadas que deben someterse a importantes labores de renovación y modernización o directamente sustituirse. Como es natural, varios de los proyectos que aparecen en el número especial de este mes se centran en innovaciones para aumentar los niveles de seguridad y, al mismo tiempo, modernizar la tecnología utilizada para aprovechar la energía nuclear. Sin embargo, aunque los factores de seguridad son cruciales, no son los únicos; dado que el debate sobre los pros y contras de seguir confiando en la energía nuclear es complejo y polifacético, nos hemos esforzado por analizarlo también desde otros ángulos. Así se incluyen proyectos que fomentan la colaboración interregional entre países europeos en materia nuclear, el estudio de las ciencias sociales para investigar el modo en el que setenta y cinco años de aprovechamiento de la energía nuclear han influido y modificado enormemente la sociedad civil europea y su actitud hacia las fuentes actuales y futuras de energía. Le animamos a comunicarnos su opinión. Puede remitir preguntas o sugerencias a: editorial@cordis.europa.eu