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Una investigación pionera de la Unión Europea ahonda en el VIH

Los dos virus responsables de las dos pandemias mundiales en curso son muy diferentes entre sí. Uno puede saltar endiabladamente de un hospedador a otro con una facilidad increíble y causa una enfermedad respiratoria leve en la mayoría de los pacientes (aunque todavía se está deliberando sobre las implicaciones de la enfermedad a largo plazo), aunque muchas de las personas infectadas son completamente asintomáticas. El segundo virus se transmite principalmente a través de relaciones sexuales sin protección, puede pasar desapercibido en su hospedador durante muchos años antes de que provoque síntomas y puede ser mortal si no se trata.

«Ve sin odio, pero no sin rabia; sana al mundo» – Paul Monette, escritor norteamericano, fallecido en 1995 por complicaciones relacionadas con el sida.

Huelga decir que el primer virus al que nos referimos es el coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave de tipo 2 (SARS-CoV-2) y el segundo es el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Muchos de los principales inmunólogos y epidemiólogos del mundo que trabajan actualmente en la lucha contra la COVID-19 se curtieron en las epidemias de VIH y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) de las décadas de 1980 y 1990 y, por tanto, están aplicando las lecciones aprendidas durante aquellos difíciles momentos en la actual crisis sanitaria mundial. Aunque el valor de esta experiencia es incalculable, una de las lecciones que se pueden aprender de las pandemias del VIH y el sida, y ciertamente es una que puede ser no muy bien recibida en nuestra situación actual, es que las pandemias no se acaban necesariamente pronto. Después de casi cuarenta años de que el virus que más tarde se denominó VIH comenzara a manifestarse con rapidez entre grupos de hombres homosexuales en Nueva York y San Francisco, cerca de 37 millones de personas son seropositivas en la actualidad y, aunque la mayoría se encuentra en el África Subsahariana, cerca de 2,3 millones viven en la región europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cual incluye la Unión Europea (EU) y el Espacio Económico Europeo (EEE). Al mismo tiempo, la experiencia en el VIH y el sida ofrece esperanza en la lucha contra la COVID-19. En la década de 1980, un diagnóstico de sida era equivalente a una sentencia de muerte. Después, de forma lenta pero segura y con el esfuerzo de inmensas campañas de activistas impulsadas por pacientes de sida y sus defensores, así como por los altísimos niveles de devoción entre los investigadores del VIH, comenzaron a filtrarse nuevos tratamientos, mientras que los principales avances en fármacos antirretrovirales llegaron en la década de 1990. En la actualidad, al menos en los países ricos, el diagnóstico de VIH ya no representa una sentencia de muerte, sino que se considera una enfermedad crónica tratable. La principal lección aprendida es que, si es indispensable, las sociedades humanas pueden adaptarse y aprender a vivir con la COVID-19 a largo plazo si no puede erradicarse, igual que lo han tenido que hacer con el VIH y el sida. Las personas han tenido que aprender la importancia del sexo seguro como medio para protegerse a sí mismas de un virus potencialmente mortal, algo que hoy en día se considera una norma social aceptada. En la misma línea, es probable que veamos comportamientos sociales modificados en el mundo pos-COVID como, por ejemplo, el hecho de que llevar mascarilla cuando se padezca un simple resfriado se convierta en algo más habitual en Europa para proteger a los demás, tal y como lo ha sido durante muchos años en las sociedades asiáticas. Por supuesto, esto no menoscaba los tremendos sacrificios y tragedias personales que millones de personas afectadas por VIH o sida han vivido (llegando incluso a morir) durante los últimos cuarenta años. Con el santo grial de una vacuna o una cura eficaz contra el VIH todavía fuera del alcance, los investigadores continúan dedicándose al desarrollo de nuevos tratamientos y, desde luego, no han perdido la esperanza de tener algún día entre sus manos este santo grial. En la UE, en el marco de Horizonte 2020, se han destinado 220 millones de euros a investigación innovadora sobre el VIH y el sida desde que comenzó el programa. La UE se ha dedicado al avance de la investigación sobre VIH y el sida desde los primeros años de la epidemia y seguirá haciéndolo en los próximos años. En este número especial, cuya publicación está prevista justo antes del Día Mundial de la Lucha contra el Sida el 1 de diciembre, descubrimos siete proyectos financiados con fondos europeos que se encuentran a la vanguardia de la investigación sobre el VIH y el sida en Europa. Así que, mientras reflexionamos sobre un año tremendamente difícil, repleto de grandes pérdidas y sacrificios, lo que podemos aprovechar de la experiencia del VIH y el sida es que siempre hay esperanza y una firme determinación para encaminar el rumbo y alcanzar la luz al otro extremo del túnel. Le animamos a que nos comunique su opinión. Puede remitir sus preguntas o sugerencias a: editorial@cordis.europa.eu.

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