Extraer proteínas de algas y subproductos de leguminosas
El aumento de la población y de la clase media ha disparado la demanda de proteínas. Para satisfacer la demanda actual, Europa ya importa anualmente más de treinta millones de toneladas de soja, fuente clave de proteínas, de América. La mayor parte de esa soja se utiliza para alimentar al ganado, otra fuente principal de proteínas. «Las fuentes de proteínas actuales se están volviendo rápidamente insostenibles, tanto desde el punto de vista económico como medioambiental, lo que genera alarmas sobre la seguridad alimentaria y crea una necesidad urgente de encontrar proteínas alternativas», afirma Nuria Valdés Mediavilla, directora de proyectos de Contactica Innovation en España. Dos alternativas posibles son las macroalgas, más conocidas como algas, y los subproductos de leguminosas: testas, cáscaras, semillas rotas y hojas que se generan durante los procesos de secado, molienda, descascarado y clasificación de los cultivos. «Convertir estos subproductos en proteínas alternativas y, por tanto, en alimentos y piensos, ayudaría a satisfacer la creciente demanda mundial de proteínas de una forma más sostenible», explica Valdés Mediavilla. Aquí es donde entra en juego el proyecto ALEHOOP. En el proyecto se están desarrollando biorrefinerías piloto para recuperar las proteínas alimentarias de bajo coste a partir de la biomasa de algas y plantas. Su objetivo es utilizar las proteínas recuperadas para fabricar alimentos y piensos de alto valor, como aperitivos, batidos, alternativas a la carne, piensos y bebidas deportivas. El equipo del proyecto recibió financiación de la Empresa Común para una Europa Circular de Base Biológica, una asociación público-privada.
Utilizar la innovación para superar los retos
Como en cualquier iniciativa de investigación, en el proyecto ALEHOOP se han afrontado numerosos obstáculos. Una de ellas era que la calidad y la cantidad de algas disponibles varían según la estación y el lugar. Para superar este reto, el equipo del proyecto tuvo que optimizar su proceso de biorrefinería y sus métodos de extracción de proteínas para garantizar productos de calidad constante, independientemente de los insumos. También se tuvieron que abordar los requisitos normativos y las barreras de mercado relacionadas con el uso de macroalgas y proteínas de leguminosas en aplicaciones alimentarias y piensos, un proceso que implicó la realización de numerosas pruebas de seguridad y calidad. «Al trabajar con nuestros socios del proyecto y las partes interesadas del sector, y aplicar tecnologías innovadoras y sostenibles, no solo superamos estos retos, sino que lo hicimos de una manera que garantizaba que nuestro trabajo estuviera en consonancia con los objetivos de iniciativas políticas de la Unión Europea (UE) como el Pacto Verde », añade Valdés Mediavilla.
Una industria en crecimiento
Aunque el proyecto sigue siendo un trabajo en curso, ya se han logrado algunos hitos significativos. A la cabeza de esa lista figura la demostración con éxito de una extracción a escala piloto de proteínas a partir de macroalgas residuales y subproductos de leguminosas. «Este logro representa un gran paso hacia el suministro de proteínas alimentarias sostenibles y de bajo coste que pueden ayudar a reducir la dependencia de la UE de las proteínas importadas, al tiempo que aumentan la seguridad alimentaria, contribuyen a la bioeconomía circular y ayudan a mitigar los efectos del cambio climático», destaca Valdés Mediavilla. El proyecto entra ahora en su fase final, durante la cual se validarán las diversas fuentes alternativas de proteínas que se producen en las biorrefinerías de ALEHOOP para su uso en alimentos y piensos. «Subrayar la preparación para el mercado de estas fuentes alternativas de proteínas señalará un cambio transformador hacia prácticas sostenibles dentro de la cadena de suministro de proteínas», concluye.
Palabras clave
ALEHOOP, proteínas, algas, subproductos de leguminosas, biorrefinerías, soja, seguridad alimentaria, macroalgas, biomasa, alimentos, Pacto Verde, cambio climático, bioeconomía circular