El vínculo intrauterino entre la obesidad materna y la filial
Muchos estudios han demostrado la relación entre el índice de masa corporal (IMC) materno durante, o justo antes, del comienzo de la gestación y el peso al nacer y el IMC posterior del hijo. Además de otros factores, tales como el entorno compartido y las conductas aprendidas, se ha sugerido un efecto causal intrauterino. Se pensaba que las madres con un elevado IMC tendrían niveles de glucosa (azúcares) y lípidos (grasas) en sangre más elevados. La hipótesis era que, a medida que la glucosa atraviesa la placenta, el feto produce más insulina para procesarla, lo cual genera un crecimiento más rápido y más grasa corporal que en los bebés de madres con un IMC y niveles de glucosa menores. También se pensaba que esta respuesta fetal podría «programar» posteriormente cómo los hijos crecen y administran la glucosa y la insulina, lo cual significa que los niños serían «más gordos» a lo largo de su vida, un proceso conocido como «programación del desarrollo». De ser verdad, las mujeres que engendraran niñas desencadenarían una epidemia de obesidad que pasaría de generación en generación. El equipo del proyecto ObesityDevelop, respaldado por el Consejo Europeo de Investigación, quería investigar la hipótesis de efecto intrauterino causal. El proyecto demostró que un IMC materno superior a la media daba lugar a una descendencia de mayor peso, posiblemente debido a la hiperglucemia de la madre. Sin embargo, más allá de la primera infancia, no se encontraron pruebas sólidas de que el IMC de la madre durante la gestación tuviera un efecto de larga duración sobre los índices de grasa corporal de los hijos. «Esto es tranquilizador, ya que parece que el ciclo de obesidad intergeneracional es improbable —comenta Deborah Lawlor, coordinadora del proyecto—. Pero un IMC materno sano sigue siendo importante: las madres con IMC elevados tendrán bebés de mayor tamaño, lo cual podría provocar complicaciones al nacer y durante la gestación, como diabetes gestacional y trastornos de hipertensión como la preeclampsia».
De la relación a la causalidad
El IMC, a pesar de ser la medida más común de adiposidad (u obesidad), ha recibido críticas por ser demasiado general. En ObesityDevelop se utilizaron medidas adicionales, como ecografías para medir el índice de grasa corporal, que separa la grasa de la masa magra, a la vez que también se tuvo en cuenta el tamaño de la cintura, que podría indicar grasa en órganos abdominales y grasa en el hígado. Para establecer una correlación entre el factor de riesgo en las madres (obesidad durante el embarazo) con una consecuencia en la descendencia (peso al nacer y obesidad más adelante), el equipo empleó datos de estudios de grandes cohortes en una colaboración denominada MR-PREG. Estos incluían el Estudio longitudinal Avon de padres e hijos, que ha estado en marcha durante 30 años, y el estudio «Born in Bradford», en el que participaron mujeres gestantes entre 2007 y 2010. «Estos estudios cuentan con datos ricos sobre salud, conductas, estatus social y exposición a condiciones ambientales, junto con marcadores biológicos sanguíneos detallados medidos repetidamente en familiares a lo largo de generaciones. Además, con frecuencia cuentan con datos de todo el genoma de madres, descendientes y a veces padres», explica Lawlor, de la Universidad de Bristol, entidad anfitriona del proyecto. Para investigar los genes como factores de riesgo de la obesidad, se emplearon estudios de asociación de genoma completo. El equipo aplicó análisis genéticos desarrollados por la Universidad de Bristol a los conjuntos de datos, basándose en un método llamado aleatorización mendeliana. Y se complementó con un análisis de regresión con múltiples variables, que busca relaciones en los datos, a la vez que controla factores de confusión como los entornos sociales compartidos entre madres e hijos. Emplear ambas técnicas ayudó a garantizar la veracidad de los hallazgos porque se controlaron distintos sesgos: la pleiotropía genética y factores de confusión, respectivamente.
Atención sanitaria para toda la población y apoyo específico al embarazo
Una de las conclusiones del equipo fue que las estrategias antiobesidad dirigidas a mujeres en edad reproductiva no son adecuadas. «Esperamos que nuestro trabajo ayude a convencer a los responsables políticos para que se centren en la salud de toda la población y todos los miembros de la familia», concluye Lawlor. El consorcio de MR-PREG continúa investigando las causas de los problemas relacionados con el embarazo y los resultados perinatales, sobre todo estudiando los mecanismos moleculares que intervienen en dichos desenlaces.
Palabras clave
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