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Suelo y sostenibilidad: nuevas bazas para la agricultura europea

Probablemente lo ignoramos muy a menudo, pero el suelo bajo nuestros pies es un componente absolutamente fundamental del medio ambiente, que realiza funciones ecológicas, sociales y económicas vitales. Por supuesto, una de esas funciones económicas principales es la agricultura. Los primeros agricultores mesopotámicos se dieron cuenta de la importancia de la buena gestión del suelo para aumentar y mejorar los rendimientos de las cosechas. A lo largo de los siglos, los nuevos métodos agrícolas han continuado el desarrollo de estos conocimientos hasta la actualidad, y cerca de mil millones de personas siguen ganándose la vida con la tierra (la inmensa mayoría en países en desarrollo).

«Para ser un agricultor de éxito, lo primero que uno debe conocer es la naturaleza del suelo» —Jenofonte, antiguo filósofo griego—.

Pero, al igual que muchos otros aspectos de nuestro entorno físico, el cambio climático y las actividades humanas suponen una amenaza para la calidad y virilidad de nuestro suelo, tanto en la Unión Europea (UE) como en todo el mundo. Fundamentalmente, el suelo es la capa superior de la corteza terrestre, está formado por partículas minerales, materia orgánica, agua, aire y organismos vivos, y desempeña un papel en casi todos los ciclos naturales de la superficie terrestre. It plays a role in nearly every single natural cycle on the earth’s surface. El suelo es realmente muy complejo y su formación es un proceso lento; en esencia, uno puede pensar en el suelo como un recurso no renovable que simplemente podría agotarse si los humanos lo contaminan continuamente o lo trabajan de forma que no tenga la oportunidad de recuperarse y, por tanto, quedar arruinado e inutilizable para futuras generaciones. En última instancia, la producción agrícola está limitada por el tipo de suelo, el clima, la hidrología y la gestión del suelo. Con el paso de los años, las poblaciones humanas han podido drenar el suelo para su cultivo (lo que afecta a la hidrología), modificar a propósito el paisaje con motivos estéticos, construir estructuras o eliminar vegetación autóctona. De hecho, algunas modificaciones, empleadas por primera vez por aquellos antiguos agricultores, han ayudado en la producción de alimentos y no han provocado la degradación del suelo mientras que otras, especialmente los métodos más modernos, tales como el uso de maquinaria pesada, pueden provocar la compactación del suelo y la interrupción del ciclo de vida natural del suelo. El uso intensivo de fertilizantes también ha demostrado que contribuye a una mayor erosión del suelo. La buena noticia es que el suelo es bastante resiliente y puede sanar si se le da la oportunidad. Este es el motivo por el que se ha producido un movimiento creciente de fomento de métodos agrícolas más sostenibles, junto con esfuerzos para encontrar nuevas soluciones que rehabiliten el suelo que ya está contaminado. Este movimiento también cuenta con el apoyo de los responsables políticos: la UE pretende, mediante su Séptimo Programa de Acción en materia de Medio Ambiente de 2014, garantizar la gestión sostenible y la protección adecuada del suelo en la UE para 2020. Así, en la sección especial de este número de la revista Research*eu cubrimos siete proyectos que están desarrollando métodos innovadores para hacer que la agricultura moderna sea más respetuosa con el suelo, así como ofreciendo soluciones que ayuden a revitalizar el suelo contaminado para que pueda utilizarse de nuevo de forma productiva. Le animamos a que nos comunique su opinión. Puede remitir preguntas o sugerencias a: editorial@cordis.europa.eu

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