Cómo alimentaba la Inglaterra medieval a su creciente población
Se sabe que entre los siglos VIII y XIII la población de Inglaterra alcanzó cifras sin precedentes. Lo que no se sabe es cómo consiguieron los agricultores medievales cultivar suficientes cereales para alimentar a esta población en rápido crecimiento. «¿Fue esta revolución agrícola el resultado de una evolución gradual —una revolución “larga”— o fue el resultado de una súbita transformación tecnológica?», se pregunta Helena Hamerow, catedrática de Arqueología Altomedieval en la Universidad de Oxford. Esta es una pregunta debatida desde hace tiempo por arqueólogos e historiadores, y a la cual el equipo del proyecto FeedSax se propuso dar respuesta. El proyecto recibió financiación del Consejo Europeo de Investigación.
Nuevas herramientas científicas para avanzar en un viejo debate
Para avanzar en el debate, el equipo del proyecto recurrió a datos científicos, concretamente al uso de la ecología funcional de las malas hierbas, el análisis del polen, la zooarqueología (el estudio de los huesos de animales) y el análisis de isótopos estables de los cultivos. Aunque este último método se había utilizado con éxito para analizar granos de cereales de las regiones secas del Mediterráneo y el Oriente Próximo, la situación se complicó un poco más cuando se aplicó a muestras del norte de Europa. Según Hamerow, que actuó como investigadora principal del proyecto, la conservación de los granos de cereal en estos suelos más húmedos y pesados resultó ser deficiente, por lo que no se pudieron analizar casi ni la mitad de las muestras del proyecto. «A algunos de estos granos los llamamos “huevos de Pascua” porque estaban muy bien conservados por fuera, pero huecos por dentro», señala la investigadora. A fin de superar este problema, los investigadores decidieron normalizar los resultados en todos los lugares de estudio, lo cual les permitió extraer la información necesaria para llegar a conclusiones importantes.
Una larga revolución agrícola
Una de las conclusiones fue que no hubo ningún «momento revolucionario» en el que todas las innovaciones clave de la agricultura cerealista medieval confluyeron en una solución única y revolucionaria. «Nuestra investigación demostró que innovaciones como la rotación de cultivos, el arado de vertedera y la agricultura extensiva de bajos insumos existían al menos desde el siglo VIII, aunque su uso no se generalizó hasta varios siglos después», explica Hamerow. Dado que estas innovaciones ya se utilizaban en la época de la conquista normanda de 1066, los investigadores llegaron a la conclusión de que el auge de la agricultura cerealista en Inglaterra comenzó demasiado pronto para que hubiese sido una iniciativa de los terratenientes normandos. En cambio, es más probable que el arado de vertedera y la rotación sistemática se introdujeran por primera vez en las explotaciones agrícolas asociadas a lugares de alto rango, como los monasterios reales, y que se generalizaran durante los siglos X y XI al ser adoptados por señores locales y campesinos prósperos.
El declive de la fertilidad del suelo y las cuestiones de sostenibilidad
Los investigadores también descubrieron un declive constante de la fertilidad del suelo durante esta época, lo cual plantea interrogantes sobre la sostenibilidad a largo plazo de los regímenes agrícolas de bajos insumos muy susceptibles a las perturbaciones. «Este hallazgo suscita dudas sobre si el declive de la fertilidad del suelo fue un factor que contribuyó a la Gran Hambruna de principios del siglo XIV», señala Hamerow. «También resulta importante hoy en día, ya que los científicos están empezando a reconocer que el cultivo a gran escala y con altos niveles de perturbación está causando una grave degradación del suelo». A fin de ampliar esta información, Hamerow está trabajando con colaboradores alemanes en la puesta en marcha de un nuevo proyecto, en el que se analizará la Gran Hambruna desde una perspectiva agroecológica utilizando la arqueología experimental para obtener datos de referencia.
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