Cómo la paternidad cambia biológicamente a los hombres
En 2010, se descubrió que los padres estaban de tres a seis veces más comprometidos en la crianza de sus hijos que sus propios padres. Con todo, la investigación sobre la crianza paterna sigue siendo un campo de nueva aparición. Aunque está bien documentado que las mujeres embarazadas experimentan cambios significativos tanto en los niveles hormonales como en la actividad encefálica, se sabe poco sobre si los padres tienen efectos parecidos. El equipo del proyecto FATHER TRIALS (Behavioral Experiments on Prenatal and Postnatal Parenting), financiado por el Consejo Europeo de Investigación, estudió la interacción entre las hormonas y el sistema neuronal, así como los vínculos con la crianza. También investigó cómo el contacto estimulante entre los padres y los bebés podría afectar a la fisiología y el comportamiento de los padres. En algunos estudios ya se había sugerido una conexión entre los niveles de oxitocina y el comportamiento parental, mientras que en otros se demostró que los padres tendían a tener unos niveles de testosterona más bajos que los hombres que no eran padres. «Antes de nuestro trabajo, en los estudios que investigaban los cambios hormonales en los padres se habían utilizado muestras pequeñas y ninguno había analizado los efectos de las intervenciones en la crianza de los hijos en el encéfalo y los niveles hormonales de los padres», afirma Marian Bakermans-Kranenburg, la investigadora principal.
Probar las intervenciones parentales positivas
El equipo realizó tres experimentos aleatorios de control centrados en el período prenatal, en el que a menudo se pasa por alto a los padres, y en el período posnatal temprano en el que los padres se adaptan a la vida familiar. En el experimento relacionado con el período prenatal, la mitad de los padres vieron imágenes de ultrasonido de sus bebés en desarrollo y se les grabó en vídeo interactuando con los bebés. Las grabaciones se revisaron con un especialista que destacó los comportamientos parentales positivos, mientras que el grupo de control recibió llamadas telefónicas en las que se informaba sobre el desarrollo fetal. Tras el nacimiento de su hijo, los padres del grupo de intervención mostraron más atención a las señales y necesidades de los bebés. En el segundo experimento, dos meses después del nacimiento del bebé, se asignó a los padres a un grupo que utilizaría mochilas portabebés o a uno que utilizaría sillas para bebés durante tres semanas, al menos seis horas a la semana. Pasado este período, los encéfalos de los padres del primer grupo respondieron de forma diferente, con una mayor reactividad del complejo amigdalino al llanto del bebé, lo que sugiere un mayor estado de alerta. Por último, se administraron aerosoles nasales de oxitocina, vasopresina y placebo a los padres de bebés de entre dos y once meses. Tanto la oxitocina como la vasopresina disminuyeron la activación del complejo amigdalino, lo que indicó una mayor tolerancia al llanto del bebé, en comparación con el placebo. «Si la activación del complejo amigdalino es demasiado baja, puede que no alerte a los padres de las necesidades del bebé; si es demasiado alta, puede abrumar a los padres y provocar retraimiento o enfado. Probablemente, el punto óptimo se encuentra a medio camino», añade Bakermans-Kranenburg. El equipo también investigó la «protección» como característica de la paternidad. Por ejemplo, mediante el uso de una resonancia magnética funcional, se observaron los encéfalos de los padres mientras se les mostraban vídeos de situaciones amenazantes para los bebés. Durante una parte de la tarea, se pidió a los participantes que imaginaran que el niño era suyo y, durante otra, que no lo era. «En la etapa prenatal, las respuestas de los encéfalos de los padres eran mucho más fuertes cuando imaginaban que era su propio hijo, pero esta diferencia desapareció después del nacimiento, lo que sugiere un mayor estado de alerta ante los bebés que están en situaciones de peligro en general», explica. También se llevó a cabo un metaanálisis de las respuestas del encéfalo al llanto del bebé y se detectó que los padres muestran una actividad encefálica mucho mayor en comparación con los hombres que no son padres. «En el encéfalo de las madres, las regiones más activas son las asociadas al procesamiento emocional, mientras que en el de los padres son las relacionadas con el procesamiento cognitivo, la llamada red de mentalización», señala Bakermans-Kranenburg.
Implicaciones para el cuidado de los bebés
FATHER TRIALS pone de manifiesto la importancia de que los padres participen de forma más activa, tanto durante el embarazo como en el cuidado posterior del bebé. Un permiso de paternidad remunerado normalizado, que actualmente difiere mucho entre los Estados miembros de la Unión Europea, podría contribuir a eso. En Bélgica, los padres tienen 3 días de permiso remunerado, mientras que en Suecia los padres pueden compartir 480 días. En este momento, el equipo está evaluando la eficacia a largo plazo de sus intervenciones; si se reproducen los resultados, podrían integrarse en las prácticas de crianza y en la atención pediátrica.
Palabras clave
FATHER TRIALS, hormona, cuidado paterno, crianza, protección, comportamiento, encéfalo, bebé, niño, neuronal, prenatal, posnatal