Las erupciones volcánicas y el tráfico aéreo
Las autoridades responsables del tráfico aéreo crearon el año pasado una zona de exclusión aérea debido a la erupción del volcán islandés Eyjafjallajökull. Pero cabe preguntarse si la medida estaba justificada. Volar a través de una nube de cenizas podría haber sido una maniobra muy peligrosa o incluso haber conducido a la muerte de personas. Un grupo de científicos se dedicado a confirmar o desmentir estos supuestos. Estos científicos, de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y de la Universidad de Islandia, han creado un protocolo para que las autoridades aeroportuarias puedan determinar con rapidez si se deben dejar en tierra los aviones cuando el espacio aéreo se ve amenazado por una nube de ceniza. Los resultados de este trabajo se han publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). Se asegura que las cenizas volcánicas podrían poner en grave peligro a los aviones y las vidas de sus pasajeros, sobre todo si las partículas son lo suficientemente pequeñas como para volar alto y a grandes distancias. Estas partículas podrían actuar como lijas en el fuselaje y las ventanas de los aviones e incluso llegar a fundirse en el interior de los motores a reacción. Tras la erupción del Eyjafjallajökull las alarmas se dispararon, y los investigadores afirman que las autoridades hicieron bien en dejar en tierra la flota de aviones durante abril de 2010. Por su parte, la profesora Susan Stipp del Centro de Nanociencias de la Universidad de Copenhague, una de las autoras del artículo, declaró que el método recién ideado por el equipo para evaluar nubes de cenizas en un futuro es un progreso fundamental. «Me sorprendió no encontrar nada en la literatura científica o en Internet sobre la caracterización de cenizas con el fin de proporcionar información a las autoridades de la aviación», observó la profesora Stipp. «Así que decidimos hacer algo al respecto.» El penacho de ceniza del Eyjafjallajökull interrumpió el desplazamiento de cerca de 10 millones de viajeros y costó a la industria cerca de 2 500 millones de euros. «Las autoridades aéreas se vieron ante un dilema de proporciones colosales», prosiguió la profesora Stipp. «Si cerraban el espacio aéreo sin que fuese realmente necesario, personas, familias, empresas y la economía se resentirían; en cambio, si permitían los vuelos se pondrían en peligro tanto aviones como personas, posiblemente con consecuencias trágicas.» La profesora Stipp contó con la colaboración de la profesora Siggi Gislason de la Universidad de Islandia en la recolección de muestras de ceniza para su posterior evaluación. «En el Centro de Nanociencias de la Universidad de Copenhague poseemos instalaciones de análisis y un equipo científico sin igual en el mundo entero para la caracterización de nanopartículas naturales y de su reacción con el aire, el agua y el aceite.» Los investigadores aseguran que pueden proporcionarse evaluaciones sobre la seguridad en menos de veinticuatro horas. Una vez se reciben las muestras, los expertos son capaces de determinar sus niveles de toxicidad en zonas habitadas por personas o animales. En doce horas es posible estimar el riesgo de erosión de las aeronaves y evaluar la posibilidad de que los motores de propulsión a chorro queden inutilizados. En una jornada es posible determinar el tamaño de las partículas y predecir la propagación de la nube de cenizas. «Algunos de los instrumentos analíticos necesarios son equipos habituales en los departamentos de ciencias de la Tierra, y otros son comunes entre los científicos dedicados a los materiales», explicó la profesora Stipp, que añadió que «gracias a nuestro protocolo las autoridades aéreas pueden contar con respuestas rápidas y fiables.»Para más información, consulte: Universidad de Copenhague: http://www.ku.dk/english/ PNAS: http://www.pnas.org/
Países
Dinamarca, Islandia