Controlar las nubes de cenizas
A mediados de abril el volcán islandés Eyjafjalla saltó a la palestra informativa al paralizar el tráfico aéreo en Europa durante varios días. Millones de viajeros quedaron en tierra y las empresas de viajes incurrieron en grandes pérdidas de dinero. Mientras que la población seguía intentando pronunciar su nombre, empezaron a surgir voces que se preguntaban cómo era posible que una erupción relativamente pequeña como esta fuera capaz de sumir en el caos a tanta gente. Para dar respuesta a esta pregunta el 23 de junio de 2010 se celebró en Bruselas (Bélgica) un seminario organizado por la oficina STOA (Evaluación de Opciones Científicas y Tecnológicas), perteneciente al Parlamento Europeo. En el evento el profesor David Cope de la Oficina Parlamentaria de Ciencia y Tecnología del Reino Unido (POST) indicó que en Europa hay muchos volcanes, sobre todo en la zona mediterránea. Pero los volcanes islandeses son mucho más proclives a generar enormes nubes de ceniza debido a que la mayoría se encuentran bajo una capa de hielo. Cuando entran en erupción el hielo se derrite, el magma entra en contacto con el agua y se crean cenizas. «El origen de la insidiosa ceniza reside en la interacción de la erupción volcánica con grandes cantidades de agua», explicó. La siguiente cuestión es averiguar por qué la nube de cenizas permaneció durante tanto tiempo sobre Europa. La respuesta, según el profesor Julian Hunt del University College de Londres (Reino Unido), se encuentra en una inusual condición meteorológica denominada «fenómeno de bloqueo» que contuvo la nube de cenizas sobre Europa durante varios días. No obstante, admitió que es necesario mejorar urgentemente el conocimiento que poseemos sobre los factores que determinan el destino de los penachos de ceniza. «Se deben crear modelos sobre los procesos de dispersión y nubosidad, un ámbito que aún no dominamos», indicó. Frank Haselbach, del grupo Rolls Royce (Reino Unido), ofreció la perspectiva de los fabricantes de motores y explicó que éstos han realizado experimentos y elaborado una guía de condiciones «seguras para el vuelo». No obstante, incidió en la necesidad de generar modelos capaces de averiguar la concentración de cenizas en la atmósfera. Japón es un país con gran experiencia en erupciones volcánicas y en solucionar sus consecuencias, pues se sitúa sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico, su territorio está repleto de volcanes de gran actividad y posee cerca de 100 aeropuertos. El Dr. Takashi Moriyama de la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) explicó que Japón utiliza un nuevo satélite para observar las nubes de cenizas. La misión principal del satélite Ibuki, dedicado a observar gases de efecto invernadero, es medir los niveles de dióxido de carbono (CO2) en todo el planeta para cuantificar el cambio climático. No obstante, sus instrumentos también son capaces de observar la extensión de las nubes de cenizas volcánicas. La Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos (NASA) también cuenta con instrumentos capaces de evaluar la altura de una nube de ceniza. Por otro lado, otras agencias espaciales en todo el mundo han iniciado conversaciones para colaborar y compartir información de distintos instrumentos. El profesor Cope lanzó una advertencia a aquellos cuya única preocupación es la interrupción del tráfico aéreo. «Si me preguntan cuál es la mayor amenaza para el continente europeo [...] diría que no es en absoluto una erupción bajo un glaciar, sino una fisura volcánica denominada Laki.» Durante su última erupción en 1783, Laki emitió enormes nubes de compuestos de dióxido de azufre y ácido fluorhídrico que mataron a una cuarta parte de la población de Islandia e influyeron gravemente en grandes áreas del noroeste de Europa. «Debemos observar Islandia, pues en mi opinión allí se producirá otro fenómeno. Puede que no impida el tráfico aéreo, pero podría afectar en mayor medida a la salud humana», concluyó el profesor Cope. Nikulas Hannigan, de la Misión de Islandia ante la Unión Europea, añadió que el recuerdo de la erupción de Laki «está presente en la memoria colectiva de Islandia». También citó al naturalista inglés Gilbert White, que registró el efecto de la erupción en el sur de Inglaterra: «El sol, a medio día, era tan blanco como una luna tras las nubes», escribió, «y las moscas pululaban de tal manera en las veredas y los setos que los caballos parecía que iban a desbocarse.»
Países
Islandia, Japón