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La cuenta atrás de una erupción volcánica

Los volcanes dormidos mantienen en vilo a la comunidad científica, puesto que nunca deja de debatirse si volverán a entrar en actividad y, en este caso, en qué momento. En el caso del volcán islandés Eyjafjallajökull, que la pasada primavera tuvo en jaque a la aviación europea...

Los volcanes dormidos mantienen en vilo a la comunidad científica, puesto que nunca deja de debatirse si volverán a entrar en actividad y, en este caso, en qué momento. En el caso del volcán islandés Eyjafjallajökull, que la pasada primavera tuvo en jaque a la aviación europea, los vulcanólogos eran conscientes de que algo se estaba fraguando en el interior de esta montaña tras dos siglos de letargo. Una investigación atribuye el despertar del Eyjafjallajökull a la existencia de un flujo de magma que discurría bajo el mismo. En un artículo publicado en la revista Nature, vulcanólogos de Islandia, Países Bajos, Suecia y Estados Unidos indican que «estas erupciones son el colofón a dieciocho años de actividad volcánica intermitente.» Partiendo de datos de sistemas de GPS (Sistema de Posicionamiento Global) y de vigilancia sísmica, así como de mediciones superficiales, satelitales y de radar, evaluaron los cambios geofísicos observados en el Eyjafjallajökull, sobre todo cuando la estructura del volcán empezó a deformarse. Según los autores, el volcán empezó a hincharse casi tres meses antes de que en marzo entrara en erupción por uno de sus costados. «Las erupciones estuvieron precedidas por varios meses de inestabilidad y desplazamientos de magma subterráneos que se dejaron sentir en forma de terremotos», explicó el profesor Kurt Feigl de la Universidad de Wisconsin-Madison (Estados Unidos). «El seguimiento de los volcanes permite comprender los procesos que conducen a las erupciones. Si se observa un volcán durante décadas se puede apreciar cuándo ha despertado de su letargo.» El equipo, dirigido por el Dr. Freysteinn Sigmundsson del Centro Nórdico de Vulcanología de la Universidad de Islandia, empezó a vigilar muy atentamente esta montaña a finales del verano de 2009, cuando una estación de GPS situada en una ladera del Eyjafjallajökull reveló un leve desplazamiento. A principios del 2010 los investigadores observaron una aceleración de la deformación y una mayor frecuencia de los terremotos. Al no remitir esta actividad, los científicos instalaron más estaciones de GPS en las cercanías de la montaña. Pocas semanas después se detectó una aceleración en su proceso de dilatación. De este modo los investigadores se percataron de que en el interior del volcán había magma desplazándose en dirección ascendente. Cuando a finales de marzo comenzaron las erupciones del Eyjafjallajökull, sus laderas se habían dilatado más de 15 centímetros, según indican los autores, por efecto del flujo de magma desde las profundidades de la Tierra hacia cámaras situadas por debajo de la montaña y próximas a su superficie. La deformación se detuvo una vez el volcán entró en erupción. Sin embargo, el Eyjafjallajökull se diferencia de la mayoría de los volcanes en que, en lugar de desinflarse a medida que fluía el magma, permaneció dilatado hasta mediados de abril, cuando acabó la primera erupción. «La deformación asociada a las erupciones fue inusual, al no guardar relación con cambios de presión en una única cámara magmática», escriben los autores. «La deformación fue rápida antes de la primera erupción, pero imperceptible durante la misma. La ausencia de una contracción co-eruptiva clara indica que el volumen neto del magma expulsado desde capas poco profundas durante esta erupción fue reducido. El magma debió fluir desde una profundidad considerable.» El volcán volvió a entrar en erupción el 22 de abril, y en esta ocasión la lava fluyó por otro conducto situado bajo el hielo de la cumbre. En consecuencia, el agua helada se convirtió en vapor y emanaron gases atrapados en burbujas dentro del magma, generando una columna de cenizas que se elevó a gran altura y provocó grandes quebraderos de cabeza a todos los viajeros en Europa. Los resultados de este trabajo ayudarán a comprender mejor el fenómeno islandés, pero los autores señalan la necesidad de realizar más estudios para determinar el motivo de que los volcanes entren en erupción justamente cuando lo hacen, ya que los procesos geológicos que desencadenan la erupción siguen siendo una incógnita. «Seguimos tratando de averiguar qué es lo que despierta a un volcán», reconoció el profesor Feigl. «La explosividad de la erupción depende del tipo de magma, y éste depende a su vez de la profundidad de la que procede. Nos encontramos muy lejos de poder predecir las erupciones, pero si logramos visualizar el movimiento ascendente del magma en el interior del volcán, conseguiremos comprender con mayor claridad los procesos que motivan la actividad volcánica.»

Países

Islandia, Países Bajos, Suecia, Estados Unidos

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