Pensar en azul: el océano y nuestras vidas
No debería hacer falta que ocurriese un derrame inmenso de petróleo para que la gente entendiese hasta qué punto están interconectados las actividades humanas y los mares. El público ha cobrado conciencia de la contaminación marina que suponen las bolsas de plástico y los PCB, pero todavía existe un gran desconocimiento sobre los efectos de los océanos en la salud humana, el bienestar y la sociedad en general. El proyecto de tres años de duración y financiado con fondos europeos SEACHANGE reúne a un consorcio de dieciséis organizaciones europeas relacionadas con el océano y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para lograr un mayor «conocimiento del océano» entre la población europea. «El conocimiento del océano se refiere a entender la influencia del océano en las personas y viceversa», explica el coordinador del proyecto, Jonathan Parr, de la Marine Biological Association, en el Reino Unido. Cerca del 70 % del planeta es agua. «Es fundamental para nuestra vida», asegura. Pero las profesiones ligadas al mar han sufrido un declive, y ahora los europeos son ahora más urbanos, así que quizás también estén más pendientes del entorno urbano. «Pero el mar también repercute sobre las personas del interior —asegura Parr—. Europa está bañada por muchos mares, pero la gente no guarda relación con ellos porque creen que no incide en su vida». La relación entre la gente y los océanos El océano es importante no sólo como fuente de alimentos, sino también por su biodiversidad, su influencia en la salud y el bienestar y su repercusión en los patrones climáticos y meteorológicos que afectan al planeta en su totalidad. En el marco del proyecto SEACHANGE se realizó una revisión bibliográfica centrada en la relación que existe entre el océano y la salud humana. «Algunos avances médicos han surgido de organismos marinos; hay que tenerlo en cuenta», apunta Parr. Diversos estudios han demostrado también que los océanos infunden una sensación de bienestar; por ejemplo, jugar en la playa o navegar en una embarcación es entretenido y relajante a la vez. «El bienestar es un área que atrae cada vez más interés por parte de las autoridades políticas y recibe cada vez más prioridad», añade Parr. En general, los artífices del proyecto revisaron las políticas europeas relativas al conocimiento del océano y elaboraron hojas informativas dirigidas a las autoridades políticas. «Nos proponemos concienciar de que al elaborar políticas también hay que tener en cuenta a los océanos como parte de las mismas», señala Parr. Educación y divulgación Otro tema fundamental del proyecto han sido los centros de enseñanza y los jóvenes. El consorcio creó un directorio virtual con función de búsqueda sobre recursos educativos y de difusión y relacionados con el océano que han denominado Ocean EDGE Directory. Además, algunas redes europeas de acuarios y centros de ciencias, como la Red Europea de Centros de Ciencias y Museos (ECSITE) han desarrollado proyectos a escala local en colaboración con SEACHANGE. Se están realizando trabajos para conseguir introducir el «conocimiento del océano» en el plan de estudios escolar. Uno de ellos consiste en crear un MOOC (Massive Open Online Course) con el propósito de formar a docentes dotándoles de conocimientos del océano, en colaboración con la UNESCO. Por último, la asociación European Marine Science Educators Association (EMSEA), que es miembro del consorcio, también ha elaborado materiales y campañas con fines educativos. Un cambio de comportamiento La presencia de plásticos en el océano es todo un problema que ha captado la atención de la opinión pública en los últimos años. Pero un propósito del proyecto es cambiar también el comportamiento de la gente. «Se han hallado plásticos en el fondo del mar, incluso donde el ser humano nunca antes había llegado. Ha sido un hallazgo sorprendente que ha hecho que la gente recapacite y cobre conciencia de que nuestras acciones tienen consecuencias. Un cambio a mejor será el dejar de usar bolsas de plástico o reutilizarlas», asegura Parr. Otros ejemplos serían dejar de usar pajitas de beber de plástico, utilizar platos y cubiertos biodegradables o reutilizables y empezar a usar cosméticos y productos de limpieza ecológicos. Incluso ahorrar energía en los hogares puede ayudar a reducir las emisiones de carbono, que provocan la acidificación de los océanos. «Hemos estado pidiendo a la gente que se comprometa a realizar un cambio pequeño favorable para el mar, como sugiere el título de nuestro proyecto», indica Parr. Se espera que la labor de difusión y orientación realizada por el proyecto conduzca a actuaciones adicionales que sirvan para cambiar nuestra visión de los océanos para bien y para siempre.
Palabras clave
SEACHANGE, educación, conocimiento del océano, salud del océano, plásticos en el océano, contaminación, bienestar, biodiversidad, patrones meteorológicos