Nuevos métodos de detección para hacer frente al hielo a gran altura
«Algunas condiciones atmosféricas pueden provocar la formación de hielo sobre la aeronave, lo que puede suponer un riesgo para partes del avión, especialmente el motor», explicó el coordinador del proyecto HAIC (High Altitude Ice Crystals), Florent Huet, de Airbus Operations. Este fenómeno se descubrió por primera vez en la década de los años noventa y desde entonces tanto las autoridades como el sector han buscado maneras eficaces de detectar cristales a gran altura para evitarlos o adaptar la protección frente a ellos. Detección en varios niveles «En este proyecto desarrollamos tres niveles de detección», explicó Huet. «En primer lugar, la detección por satélite permite a los operadores observar grandes porciones de la Tierra y los ayuda a trazar rutas adecuadas que eviten atravesar zonas con posible presencia de cristales». Este sistema se validó durante el proyecto y también se utilizó en pruebas de vuelo para identificar zonas con cristales de hielo adecuadas para su análisis. En estos momentos, la tecnología ya está operativa. «Se trata de tecnología de primera generación que, por supuesto, puede refinarse aún más, pero se ha dado el primer paso», comentó Huet. La tecnología de segundo nivel consiste en el uso de radar en el propio avión. Una antena capaz de sondear ochenta millas por delante de la aeronave avisa a los pilotos de que se están aproximando a zonas con cristales de hielo, permitiendo así que se eviten estas zonas. «La industria ha mostrado un gran interés debido a que se trata de una tecnología de fácil aplicación», añadió Huet. «Como ya contamos con los equipos físicos, lo que se ha mejorado es el software. Eso significa que podemos reacondicionar aeronaves existentes». Actualmente, el equipo de Airbus está negociando con las autoridades la mejor manera de validar y certificar estas herramientas. Finalmente, el tercer nivel de prevención consiste en detectores a bordo de la aeronave para las situaciones en las que los pilotos se encuentran en zonas con cristales a gran altura. «La tecnología por satélite es menos precisa pero cubre una gran área, mientras que la tecnología por radar se utiliza cuando la aeronave se encuentra cerca de cristales», explicó Huet. «Estos detectores de a bordo son aún más precisos». El proyecto ha superado satisfactoriamente la prueba de concepto para estos detectores de a bordo, pero se requieren más pruebas. «Todo lo que hicimos en este proyecto sobre detectores estuvo relacionado con la demostración de funcionamiento», comentó Huet. «Los próximos pasos se centrarán en la demostración para la industria, mediante la reducción del peso y el coste hasta que la tecnología esté lista para su comercialización». Apoyo a la investigación puntera El proyecto HAIC también ha actualizado los túneles de viento europeos para el estudio de la formación de hielo a fin de permitir una reproducción más precisa de las condiciones de fase mixta y glaciar. Se han instalado dispositivos capaces de crear cristales de hielo de tamaños específicos, lo que permitirá al sector aeronáutico llevar a cabo ensayos sobre equipos con los niveles de calidad más elevados posibles. «Uno de estos túneles de viento puede simular ahora el nivel de presión que se encontraría a altura, mientras que otro puede generar el tipo de cristales que hay a altura, en vez de generar solo trozos de hielo», indicó Huet. «Estos avances nos ayudarán a comprender mejor cómo afectan los cristales a los motores». El equipo del proyecto también trabajó en simulaciones numéricas para ayudar a desarrollar modelos predictivos más precisos de cómo los cristales de hielo interactúan con las piezas de los aviones. «Nos gustaría saber más acerca de, por ejemplo, el efecto de los cristales derretidos sobre las superficies calientes», comentó Huet. «Ahora tenemos algunos modelos, pero necesitamos herramientas 3D para comprender realmente el efecto posible de los cristales de hielo sobre piezas complejas, como los motores». El proyecto HAIC, que reunió a expertos de todo el mundo y contó con treinta y cuatro socios europeos más cinco de Australia, Canadá y Estados Unidos, finalizó en enero de 2017.
Palabras clave
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