Biocombustibles en la carretera
Los biocombustibles están empezando a usarse cada vez más, en concreto para el transporte, un ámbito para el que la Comisión Europea ha fijado un ambicioso objetivo del 10% del consumo general de gasolina y gasóleo para 2020. En concreto, el bioetanol, que ofrece una clara ventaja en cuanto a seguridad del abastecimiento, ha sido el centro de numerosas iniciativas de investigación destinadas a superar las actuales barreras técnicas que impiden un uso más generalizado. El proyecto AFFORHD, bajo la coordinación de la VOLVO Powertrain Corporation, llevó a cabo un análisis «del pozo a las ruedas» (Well-to-Wheels) para calcular las emisiones de contaminantes, la eficiencia energética y los costes industriales de todos los combustibles alternativos de relevancia. Esto permitió a los socios del proyecto de los sectores de la automoción y de los biocombustibles apuntar mejoras en los combustibles a base de dimetil éter (DME), que fueron incorporadas en el diseño de una nueva generación de vehículos pesados. El DME es un combustible multifuente que puede ser producido no sólo a partir de recursos fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural, sino también a partir de gas sintético generado por la gasificación de biomasa. Como sustancia química, no es tóxico y no perjudica al medio ambiente, y como combustible diésel se ha demostrado que ofrece el potencial deseado en términos de reducción de emisiones de gases de escape debido a su combustión libre de hollín. Otro objetivo de la evaluación del ciclo de vida era comparar las diferentes rutas de producción de los combustibles renovables desde un punto de vista medioambiental. Las contribuciones estimadas de emisiones procedentes de la producción, la distribución y el uso final de cada combustible han demostrado la superioridad del DME sobre el metanol (MeOH) y el diésel de Fischer-Tropsch.