Nuevos conocimientos sobre el comercio internacional de manuscritos medievales europeos
La primera mitad del siglo XX fue testigo del auge del comercio de manuscritos medievales. A la oferta constante procedente de las bibliotecas de la aristocracia, cuyos propietarios bregaban por mantener sus propiedades debido a la caída de los precios agrícolas, se unió la creciente demanda por parte de los nuevos ricos industriales, entre los que figuraban estadounidenses acaudalados que creaban bibliotecas a imagen y semejanza de las europeas. «Miles de manuscritos pasaron a forma parte de colecciones, donde han permanecido hasta hoy», explica Laura Cleaver, catedrática de Estudios de Manuscritos en la Universidad de Londres. «Sin embargo, aunque ahora hay menos manuscritos en manos privadas, el comercio no ha cesado», agrega Cleaver. En el proyecto CULTIVATE MSS, financiado por el Consejo Europeo de Investigación, Cleaver y su equipo analizaron los valores económicos y culturales asignados a estos manuscritos para, de este modo, evaluar la repercusión de su comercio en las ideas en torno a la cultura europea. Los investigadores emplearon métodos multidisciplinares para examinar el papel de eruditos, marchantes y coleccionistas en la creación de colecciones y su repercusión en la cultura del mundo anglosajón.
Análisis de archivos
A lo largo del proyecto, el equipo creó más de quince mil nuevos registros en la Schoenberg Database of Manuscripts y editó más de veinte mil registros existentes. «En concreto, hemos añadido muchos datos procedentes de documentos de archivo inéditos, creando así el relato más detallado hasta la fecha del movimiento de manuscritos en los albores del siglo XX», explica Cleaver, coordinadora del proyecto CULTIVATE MSS. La reciente digitalización masiva de manuscritos ayudó al equipo a comprobar las pruebas en los manuscritos y, después, a localizarlos. «Esta labor fue muy útil durante la pandemia, durante la cual no pudimos acceder a las bibliotecas», comenta Cleaver.
El papel activo de las mujeres coleccionistas
El equipo descubrió que los archivos de los libreros eran fuentes de información muy ricas sobre el movimiento de manuscritos, y que los libreros también tuvieron una gran importancia a la hora de recomendar manuscritos, facilitar compras y compartir información. «Descubrimos que las mujeres desempeñaron un papel activo en todos los niveles del comercio, incluyendo a coleccionistas muy ricas como Isabella Stewart Gardner, viudas e hijas que vendían bibliotecas familiares, bibliotecarias y libreras, las cuales dirigían negocios, como en el caso de Alice Millard, y trabajaban en las tiendas», explica Cleaver. El análisis también reveló que el gusto de los coleccionistas más adinerados encarecía los precios de ciertos tipos de material, sobre todo los manuscritos iluminados, lo cual limitó lo que estaba al alcance de particulares e instituciones menos pudientes.
La repercusión de la guerra en el comercio de manuscritos
Los acontecimientos externos pudieron tener una gran repercusión en el comercio. En 1914, el comercio de manuscritos estaba en auge, en parte debido a la demanda estadounidense, pero decayó casi por completo tras el inicio de la Primera Guerra Mundial. «Ya no era socialmente aceptable comprar objetos de lujo», observa Cleaver. Esa reticencia cambió cuando las subastas en ayuda de la Cruz Roja redefinieron como algo patriótico la adquisición de artículos caros y no esenciales. La hiperinflación en Alemania en los años veinte del siglo XX y la depresión mundial de los años treinta afectaron sobremanera al comercio, mientras que el éxodo de libreros judíos de Alemania en los años treinta ayudó a trasladar libros y conocimientos al Reino Unido y Estados Unidos. Ampliar la investigación a los primeros libros impresos En 2023, el equipo del proyecto presentó su trabajo en una conferencia sobre Shakespeare, y su labor constituye ahora la base de una comparación con el comercio de los primeros libros impresos, desde el siglo XVI hasta el XX. «Muchas bibliotecas e historiadores del libro se han interesado por nuestro trabajo, y seguimos encontrando fuentes archivísticas adicionales, así que aún queda mucho trabajo por hacer», concluye Cleaver.
Palabras clave
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