¡Ya empieza a hacerse sentir el aroma de la Navidad! La ciencia detrás de las fragancias festivas
Nuestro sentido del olfato está siempre en estado de alerta máxima en diciembre. En todas partes, desde los centros comerciales hasta los mercados navideños al aire libre, está presente esa fuerte conexión entre olor y sentimientos. Los olores nos transportan a las fiestas de antaño. Es un auténtico deleite para la nariz, ya sea el fresco aroma a pino de un árbol frondoso, el fuego de una chimenea, el aire frío, un asado que se derrite en la boca, el chocolate o el vino caliente de Navidad.
Está todo en el encéfalo
Pero ¿por qué están los olores tan profundamente conectados con nuestras emociones y con la nostalgia? La biología del encéfalo tiene mucho que decir. La ciencia puede arrojar luz sobre esta asociación entre los recuerdos importantes y los olores asociados a ellos. Nuestro encéfalo procesa los olores mediante el bulbo olfativo, una masa de tejido de forma redondeada que contiene varios tipos de células nerviosas, las cuales participan en el sentido del olfato. Se extiende desde la nariz hasta la base del encéfalo. La corteza olfativa —el centro olfativo del encéfalo— recibe información del bulbo olfativo. Está fuertemente conectada con otras dos áreas del encéfalo: el sistema límbico y la amígdala. Ambas desempeñan un papel fundamental en los componentes emocionales de creación y recuperación de recuerdos. Al explorar la estructura cerebral, los investigadores han descubierto que la información olfativa (el olor) utiliza una ruta del encéfalo diferente a la de los demás sentidos. Otra información sensorial, como la del tacto y la vista, no pasa por el bulbo olfativo. Por ello, el olfato suele superar a otros sentidos a la hora de estimular sentimientos y recuerdos vívidos. Lo anterior significa que, en realidad, procesamos el contenido y la memoria de un olor antes de averiguar conscientemente a qué corresponde dicho olor.
Un recorrido por los recuerdos a través de la nariz
«Nuestro sentido del olor de un lugar está tan ligado a un contexto y un entorno concretos que, cuando captamos algo parecido, conectamos de nuevo con el lugar donde descubrimos inicialmente esos elementos», explica la Dra. Kate McLean, investigadora, artista y archivadora de olores residente en el Reino Unido, en «Smithsonian Magazine». En términos prácticos, aprendemos a asociar un determinado olor con un hecho concreto, como el olor de las galletas de jengibre en el horno de la cocina de la abuela. El olor, y el recuerdo y la emoción que desencadena, permanece con nosotros toda la vida. El libro «The Neurobiology of Olfaction» repasa varios estudios psicológicos que demuestran que «los recuerdos desencadenados a través del olor son más emotivos que los provocados por señales visuales o verbales». Según se explica en él: «Los recuerdos desencadenados a través del olor se han descrito también como más vívidos que los evocados mediante las palabras correspondientes... Además, la sensación de retroceder en el tiempo hasta la ocurrencia del hecho se experimenta con mayor intensidad en los recuerdos desencadenados por el olor que en los evocados mediante palabras e imágenes». Por otra parte, la mayor parte de los recuerdos desencadenados por el olor se remonta a nuestros primeros diez años de vida. Brindemos por los muchos momentos entrañables e inolvidables que nos ha regalado el sentido del olfato en la vida. ¡Ojalá que estas Navidades estén repletas de buenos aromas! ¿Y por qué no crear incluso más?
Palabras clave
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