Patatas frescas por más tiempo gracias a marcadores de su ADN
Irlanda se conoce en todo el mundo por su producción de patatas, pero lo cierto es que los fabricantes irlandeses de patatas fritas y crujientes hacen frente a una carencia de patatas cultivadas en el propio país por la dificultad que entraña el almacenamiento a largo plazo de estos tubérculos. En consecuencia, se ven obligados a importar cada año más de 50 000 toneladas de patatas. Por norma, las patatas que se usan para producir patatas fritas y crujientes se almacenan a ocho grados, una temperatura suficientemente elevada que impide que el almidón se descomponga en glucosa y fructosa. Para ralentizar la germinación, los productos suelen aplicar un supresor como el clorprofam, una sustancia química que la UE desea eliminar progresivamente por su posible perjuicio para la salud. Con la meta de dar con una alternativa a los supresores químicos de la germinación, en el marco del proyecto GENSPI (Genomic Selection for Potato Improvement) se ha creado un sistema de marcadores genéticos que permite reconocer qué plantas son resistentes a la formación de glucosa y fructosa. Es posible almacenar sus tubérculos a tres o cuatro grados, una temperatura suficientemente baja para impedir la germinación durante períodos muy largos. «Si durante el almacenamiento en frío se forman glucosa y fructosa, la patata puede adquirir un color muy oscuro al freírla y también un sabor amargo desagradable. Además, la presencia de azúcares puede provocar la acumulación de acrilamida, que es un posible carcinógeno», destacó Dan Milbourne, coordinador del proyecto GENSPI. Más tiempo para endulzarse GENSPI ideó nuevas técnicas de selección genómica para cultivo con las que los productores pueden escoger las variedades de patata que parecen resistentes a endulzarse durante su almacenamiento a temperaturas bajas. Para lograrlo, los investigadores reunieron una colección amplia de plantas de la patata y frieron miles de tubérculos (el equivalente a diez mil bolsas de patatas crujientes) que se habían almacenado en distintas condiciones. Acto seguido, registraron su coloración y establecieron asociaciones entre el color tras el freído y la variedad genética de la planta. «El color adquirido al freír depende de numerosos genes, por eso el método óptimo consiste en examinar el genoma y buscar variaciones en numerosos locus con el fin de hallar vínculos entre las variaciones cromáticas y genéticas», explicó Milbourne. Después los investigadores aplicaron técnicas de secuenciación genómica de nueva generación para identificar más de cien mil regiones del genoma donde la secuencia de ADN difería en las distintas plantas. Unieron los datos sobre las variaciones del fenotipo y del genoma de la patata para formar modelos estadísticos que permitieran predecir el color al freír a partir de la información obtenida mediante la secuenciación del ADN. «De entre las cien mil regiones que presentaban variaciones genéticas entre las distintas variedades del cultivo, conseguimos reconocer un número más reducido de marcadores del ADN que nos dieron buenas posibilidades de prever el color al freír. Así, podemos crear una prueba barata que, a partir del ADN, pronostique el color al freír y pueda aplicarse a decenas de miles de plantas dentro de un programa de fitomejoramiento de la patata», afirmó Stephen Byrne, el becario Marie Skłodowska-Curie que llevó a cabo la investigación. Por norma, los fitomejoradores cruzan variedades de la planta de la patata para obtener hasta cien mil plantones y después desechan los tipos de planta menos productivos a lo largo de un decenio. Solo se pueden identificar las variedades que son resistentes a la formación de glucosa y fructosa una vez transcurrido ese plazo; por tanto, muchas variedades posibles ya se han descartado del proceso de fitomejoramiento. La investigación de GENSPI se hizo en colaboración con un programa comercial de fitomejoramiento de la patata dirigido por Denis Griffin. Su nueva técnica permite reconocer las plantas resistentes ya desde una etapa precoz del programa de fitomejoramiento, de diez años de duración. El equipo responsable confía en que el proyecto conduzca a la difusión de una o más variedades que adquieran, incluso después de su almacenamiento a temperaturas bajas, un color excelente al freírlas, de modo que no se necesiten supresores químicos de la germinación. «Esperamos distribuir esas variedades en un plazo de cinco años», declaró Griffin para concluir.
Palabras clave
GENSPI, patatas, fritas, crujientes, cultivo, acrilamida, Irlanda