Del océano al cuerpo humano
Cuando es necesario reconstruir tejidos óseos para reparar un defecto y no hay impedimento en cuanto a disponer de un soporte estructural constante, lo ideal es aprovechar los propios mecanismos de curación del cuerpo humano. El proceso natural de regeneración de los tejidos óseos se puede perfeccionar implantando materiales sustitutivos del hueso e inductores de formación ósea en el lugar dañado. Los materiales sintéticos convencionales, como las poliactidas y los poliglicosidos, que poseen propiedades mecánicas análogas a las del tejido óseo también son muy vulnerables a la temperatura y la humedad. Por otra parte, los materiales poliméricos se degradan in situ y son reemplazados por el hueso de nueva formación, un paso necesario en el proceso de curación. Una alternativa atractiva a los materiales sintéticos es Algisorb®, que es un derivado natural de un alga roja marina que se cultiva en las costas de África y Europa. Los socios de ALGISORB lograron sintetizarla a partir de su esqueleto de calcita, el cual, además de hidroxiapatita, contiene fosfato tricálcico (TCP). La cantidad de TCP que contiene este material granulado se puede regular e incrementar hasta un 95% a fin de incrementar el grado de absorción del implante óseo. Además, es biocompatible y favorece la formación de hueso nuevo alrededor del implante y también en el interior de sus microporos de entre 10 y 30 micrones. Todos los materiales empleados para componer Algisorb® eran productos de síntesis biomiméticas, es decir las estructuras biológicas naturales fueron transformadas por medios químicos y su estructura cristalina fue modificada. Al conservar sus propiedades microestructurales, cada componente pudo ser identificado mediante difracción de rayos X en polvo. De todos los métodos utilizados para analizar los datos de dicha difracción recabados en Röntgenlabor (Alemania), el método Rietveld fue el que permitió determinar la composición de fases de las materias primas. Los resultados fueron casi tan precisos como los que se obtienen con las técnicas de difracción con monocristal, lo que abre la puerta a la fabricación de biomateriales de calidad reproducible.