Guía para lograr la neutralidad climática
En febrero de 2024, la Comisión Europea hizo una ambiciosa recomendación: Europa debe lograr para 2040 una reducción de las emisiones del 90 % en comparación con los niveles de 1990. En un nuevo informe político basado en el trabajo realizado en el marco del proyecto PRISMA, financiado con fondos europeos, se examina ahora la estrategia europea de reducción de las emisiones, se analizan cuatro riesgos que podrían impedir el avance hacia el objetivo de 2040 y se sugieren formas de afrontar cada uno de ellos. Hay razones para creer que alcanzar nuestros objetivos climáticos no un sueño imposible. La Unión Europea (UE) ya ha emprendido el camino hacia la neutralidad climática gracias a políticas firmes e inversiones sustanciales en energías renovables y tecnologías sostenibles. «La mayoría de las tecnologías necesarias para alcanzar los objetivos de reducción de las emisiones se han demostrado en el mercado y, en muchos casos, son competitivas en costes o más baratas que las alternativas fósiles —afirman los autores del informe—. Tras decenios de innovación fructífera, el despliegue de tecnologías limpias se está acelerando, y los costes de las tecnologías limpias principales siguen bajando con rapidez».
Escollos para la descarbonización
Sin embargo, como se señala en el informe, los objetivos europeos para 2040 se ven amenazados por riesgos económicos, sociales y políticos. Estos riesgos se agrupan en cuatro categorías principales: inestabilidad geoeconómica, progreso tecnológico, desigualdad exacerbada y credibilidad de las políticas. En la actualidad, el contexto geoeconómico es menos seguro, ya que la UE debe hacer frente a conflictos geoestratégicos que afectan directamente a su seguridad, a una crisis energética y a las secuelas de la pandemia de COVID-19. Por tanto, la transición energética europea podría descarrilar debido a la interrupción de las cadenas de suministro de tecnologías limpias y a perturbaciones económicas más amplias que hagan subir los tipos de interés o limiten la flexibilidad del gasto público. En cuanto al progreso tecnológico, todas las vías hacia una economía de cero emisiones netas dependen en cierta medida de tecnologías nuevas o en evolución que aún no se han demostrado a gran escala. Como se señala en el informe, esto genera riesgos para la descarbonización. Por ejemplo, el importante papel previsto para la captura directa de dióxido de carbono del aire y almacenamiento podría ser problemático, ya que hasta ahora esta tecnología solo se ha desplegado a escala mundial en kilotoneladas. «Al mismo tiempo, existe incertidumbre sobre si esta tecnología tiene las características apropiadas para reducir con rapidez los costes o escalar con eficacia», informan los autores. Si no se diseñan con cuidado, las políticas climáticas como la tarificación del carbono pueden aumentar las disparidades económicas. Si no se establecen mecanismos de redistribución, estas políticas «pueden gravar de forma desproporcionada a los hogares con menores ingresos y, de esa forma, aumentar la desigualdad». Por último, para mantener el objetivo de 2040 al alcance de la mano, debe cumplirse el objetivo de 2030 de reducir las emisiones en un 55 %, un logro que requiere credibilidad y compromiso políticos. Los riesgos económicos, tecnológicos y sociales no solo podrían impedir el progreso antes de 2030, sino que también podrían exacerbar las disputas políticas actuales sobre la política climática. «Las incipientes guerras comerciales, las preocupaciones por la seguridad y la persistente inflación podrían relegar la política climática a un segundo plano en la lista de prioridades, mientras que el escaso progreso tecnológico podría aumentar el coste de la transición. Las políticas climáticas que conduzcan a resultados distributivos regresivos se enfrentarían a un rechazo aún mayor». La solución que propone el informe político PRISMA (NET ZERO PATHWAY RESEARCH THROUGH INTEGRATED ASSESSMENT MODEL ADVANCEMENTS) es un marco de política climática y energética para 2040 diseñado para ser resiliente ante dichos riesgos: «La UE debe situar las cuestiones distributivas en el centro de su política climática, desarrollar una estrategia de reducción de las emisiones que vigile los factores de riesgo geoeconómicos y tecnológicos, y poner en marcha planes de contingencia para gestionar la repercusión de los resultados negativos y maximizar los beneficios conjuntos sociales, económicos y ambientales de la transición energética». Para más información, consulte: Sitio web del proyecto PRISMA
Palabras clave
PRISMA, clima, emisiones, informe político, política climática, objetivo climático, 2040, energía, transición energética