Un enjambre de sensores para explorar el mundo
Los humanos son exploradores por naturaleza. Cada vez que entendemos mejor un determinado entorno, podemos usar esa información de un modo que beneficie a la sociedad, pero aún quedan muchas cosas que explorar, como las estructuras que seguimos creando todos los días. Si lográsemos trazar el recorrido de las tuberías podríamos encontrar fallos estructurales o pérdidas que afectan al suministro de agua potable y comprobar su calidad. La exploración de canales subterráneos podría mejorar la eficacia de la extracción de gas natural y ayudarnos a encontrar nuevas ubicaciones para almacenar el CO2 recogido por las tecnologías de captura de carbono. Una mirada profunda al interior de los volcanes y los glaciares ayudaría a los científicos a mejorar sus modelos sobre el cambio climático. Sin embargo, los sensores no pueden llegar a todas estas zonas de un modo seguro y eficaz, ni siquiera los más avanzados. Es aquí donde el proyecto Phoenix (Exploring the Unknown through Reincarnation and Co-evolution) entra en acción, puesto que ha logrado integrar elementos de «software», «hardware» e inteligencia artificial para crear enjambres de dispositivos diminutos o motas; unas pequeñas esferas robóticas que pueden desplazarse a zonas desconocidas para explorar, detectar datos y mapear áreas. «Nos encontramos continuamente con personas que quieren probar nuestra tecnología Phoenix SMARBLE en nuevas aplicaciones, como la inspección de depósitos de mezcla industriales, sistemas de alcantarillado o tratamiento de aguas, la domótica y las aplicaciones médicas, aunque para esto último aún tiene que pasar bastante tiempo», explica Peter Baltus, profesor del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Tecnológica de Eindhoven, presidente del grupo de Circuitos Integrados del mismo departamento y coordinador del proyecto Phoenix.
Simplicidad avanzada
Se trata de robots diminutos de solo 6 cm de diámetro, aunque pueden reducirse a 1 cm o menos si se emplean componentes avanzados. Además, con ese tamaño y con una tecnología de batería mejorada podrían funcionar durante mucho más tiempo. Las motas emplean transductores y componentes electrónicos miniaturizados y de gran eficiencia, lo que reduce el uso de espacio y el consumo energético. Las pruebas indican que las motas se pueden comunicarse entre sí a varios metros de distancia cuando están bajo el agua. Sin embargo, la mayor parte del «hardware» se ha adaptado a partir de componentes comerciales, a fin de mejorar la eficiencia y reducir el tamaño. En el futuro, estos componentes se podrán reemplazar sin problemas por otros más avanzados.
Inteligencia colectiva
Algunos de los pilares de la tecnología de estos robots diminutos son su capacidad para autoorganizarse, adaptarse a nuevos entornos y, en muchos casos, dividir las tareas entre ellos de manera autónoma. Esta flexibilidad está abriendo nuevas oportunidades para el uso de la tecnología, lo que incluye aplicaciones donde hay limitaciones por el tamaño, los parámetros de los sensores, la duración de la batería y la resistencia al afrontar impactos físicos y químicos. «El sistema Phoenix es perfecto para tareas con este tipo de requisitos, ya que no necesitamos un solo dispositivo de detección para hacerlo todo, sino que el trabajo se puede repartir», explica Baltus.
El ascenso del Phoenix
Muchas personas de distintas disciplinas y sectores se han puesto en contacto con el equipo de Phoenix porque entienden que la tecnología podría usarse en su trabajo o campo de investigación. «Nos encanta ver que haya tanto interés y entusiasmo por una idea que, hasta hace unos pocos años, solo parecía ciencia ficción en el mejor de los casos. Estoy convencido de que no hubiéramos podido encontrar ninguna otra fuente de financiación dispuesta a invertir en una idea tan arriesgada; sin el apoyo de Horizonte 2020, hubiera sido totalmente imposible explorar y desarrollar esta tecnología».
Palabras clave
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