Contra la amenaza de la desertificación global
¿Cuánta importancia tiene el uso del suelo agrícola de cara a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero? Mucha, en opinión de los principales científicos del mundo dedicados a la gestión del suelo en grandes extensiones áridas. Estos especialistas, que se reunieron en la capital argentina de Buenos Aires del 22 al 24 de septiembre para tratar sobre el cambio climático y la desertificación de los territorios áridos, afirman que evitar la desertificación no es sólo factible, sino imperativo para la buena marcha de un nuevo acuerdo climático. El consorcio Dryland Science for Development (DSD) organizó el evento «Comprender las tendencias de la desertificación y la degradación del terreno», asociado a la Novena Sesión de la Conferencia de las Partes (COP 9) de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD). El DSD se compone de cinco organizaciones de investigación, entre ellas el Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad del Centro Común de Investigación (JRC-IES), especializadas en la gestión sostenible del suelo y en campañas contra la degradación del mismo. Los participantes del congreso hicieron hincapié en una cuestión fundamental: para combatir la desertificación, es necesario desarrollar y poner en práctica métodos homologados y con base científica que ayuden a la población a vigilar y evaluar la degradación del suelo. Los métodos actuales apenas han servido para lograr soluciones superficiales. Otros enfoques científicos y tecnológicos innovadores podrían ayudar a abordar las causas de la desertificación y ofrecer respuestas, aseguraron. Además, un enfoque holístico podría incrementar la concienciación y ayudar a la población a sobrellevar los efectos adversos de este proceso geológico que es producto de las condiciones climáticas y la actividad humana. La expansión de la desertificación viene acompañada de una pérdida paulatina de la capacidad productiva de la tierra. Hace unos meses, tres grupos de trabajo redactaron Libros Blancos para la CNULD en los que se resumían los conocimientos científicos relativos a la gestión del agua y el suelo. Según uno de estos documentos, las regiones áridas representan más del 40% de la superficie terrestre mundial. Un dato significativo es que alrededor de un tercio de la población reside en dichas regiones. Lo más alarmante es que la desertificación ya afecta al 20% de estos territorios. «Debemos considerar las zonas áridas como el frente de nuestra lucha a escala global por ayudar a la población pobre de las zonas rurales a afrontar el cambio climático», explicó el Dr. William Dar, director general del ICRISAT (Instituto Internacional de Investigación de Cultivos para Zonas Tropicales Semiáridas), un socio del DSD apoyado por el CGIAR (Grupo Consultivo sobre Investigaciones Agrícolas Internacionales). Por su parte, el presidente del DSD, Mahmoud Solh, declaró: «Los ecosistemas de las zonas áridas son frágiles y muy vulnerables a la desertificación y degradación del suelo. Los agricultores de estas zonas ya se enfrentan a una meteorología desfavorable y variable con recursos limitados.» El Dr. Solh, quien también es director general del ICARDA (Centro Internacional de Investigaciones Agrícolas en Zonas Áridas), señaló que «debemos demostrar un progreso claro por lo que se refiere a ayudarles a sobrellevar sus limitaciones actuales para que tengan alguna esperanza de poder adaptarse al cambio climático del mañana». Los científicos subrayan que se producirá una enorme pérdida de biodiversidad, como lo indica, por ejemplo, una evaluación realizada en Rajasthan (India) que reveló que la cantidad de especies vegetales había disminuido de 54 a 9. Además, llegará un momento en el que las tierras áridas no podrán proporcionar suficiente sustento para sus habitantes. Estas circunstancias provocarán inestabilidad social y política y agravarán la pobreza en las zonas rurales. El cambio climático seguirá haciendo estragos en las zonas áridas y hará que su extensión aumente un 11% en todo el mundo, según las últimas informaciones facilitadas por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Los expertos afirman que las zonas áridas degradadas son incapaces de absorber carbono de la atmósfera y almacenarlo en sumideros. En la actualidad se estima que el suelo de las zonas áridas contiene más del 25% de los depósitos mundiales de carbono orgánico. La degradación de estos territorios provoca la emisión de carbono a la atmósfera. En conclusión, las zonas áridas degradadas generan el 4% de las emisiones globales cada año. «La ciencia y la tecnología son claves para resolver el binomio desertificación-cambio climático», señaló el Dr. Dar. «Con la combinación adecuada de políticas holísticas e intervenciones continuas a escala global, la ciencia de vanguardia puede contribuir a frenar la desertificación y degradación del suelo, posibilitando así el sustento de los millones de pobres que viven en zonas áridas.»