La geoingeniería puede complementar pero no sustituir la reducción de emisiones de CO2
La geoingeniería podría contribuir a frenar el cambio climático, pero sólo si viene acompañada de esfuerzos para reducir de forma drástica las emisiones de gases de efecto invernadero, según un nuevo estudio realizado por científicos británicos. El análisis que hacen de varias técnicas de geoingeniería concluye que en muchos estudios anteriores se ha sobrestimado su potencial. Asimismo, afirman que las soluciones de geoingeniería que resultarían más efectivas también acarrean los mayores riesgos. El término «geoingeniería» alude a los intentos de modificar el entorno por medios técnicos a una escala inmensa con el fin de contrarrestar los efectos de la creciente concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. En los últimos años se han oído numerosas propuestas en tal sentido, por ejemplo colocar «parasoles» en el espacio y sembrar los océanos de hierro. Sin embargo, son contadas las evaluaciones precisas que se han realizado sobre la verdadera efectividad de tales medidas, y las exageraciones en cuanto a los efectos beneficiosos que surtirían son frecuentes. En el estudio mencionado, científicos de la Universidad de East Anglia (UEA, Reino Unido) evaluaron de modo sistemático varias intervenciones de geoingeniería y las compararon. Sus indagaciones se han publicado en la revista Atmospheric Chemistry and Physics Discussions. Una de las conclusiones más destacadas es que, de aquí a 2100, la potenciación de los sumideros de carbono mundiales podría reducir los niveles de CO2 hasta niveles preindustriales, pero para ello es un requisito indispensable que se produzca en paralelo una drástica reducción de las emisiones de CO2. En otras palabras, la geoingeniería por sí sola no basta para solucionar el problema del cambio climático. «Se ha cobrado conciencia de que distintos esfuerzos realizados hasta ahora para mitigar los efectos del cambio climático inducido por los humanos resultan del todo estériles, motivo por el que ha resurgido el interés por la geoingeniería», explicó el profesor Tim Lenton de la Escuela de Ciencias Medioambientales de la UEA. «Este informe da cuenta de la primera evaluación exhaustiva que se ha hecho sobre el potencial relativo de estas intervenciones por lo que al enfriamiento del clima se refiere y, por ello, esperamos que sirva de orientación a la hora de establecer prioridades en futuras investigaciones.» Según el estudio, las medidas más efectivas serían las inyecciones de aerosoles en la estratosfera y la instalación de parasoles en el espacio, que enfriarían el planeta al reflejar los rayos solares. Estas medidas podrían hacer que el clima volviera a temperaturas preindustriales de aquí a 2050. Sin embargo, estas medidas también son las más arriesgadas, dado que requerirían un «reabastecimiento» continuo, sin el cual el clima podría calentarse de nuevo a extrema velocidad. Una alternativa que se antoja más prometedora consiste en plantar bosques enteros a fin de capturar CO2 de la atmósfera y aprovechar la madera para producir carbón vegetal, el cual podría enterrarse en el suelo como «biocarbón». Si se conjugan con una reducción de las emisiones de CO2, estas medidas de geoingeniería para la regulación del ciclo del carbono ayudarían a que el CO2 volviera a niveles preindustriales «en un par de siglos». Estas últimas medidas presentan la ventaja de acarrear menos riesgos que las opciones de parapetar el planeta contra los rayos del sol. Por otra parte, los investigadores opinan que el elevado interés despertado por la fertilización de los océanos no está «del todo justificado, dado que incluso las opciones más prometedoras deben plantearse únicamente como medida que se desarrollaría en una escala temporal de milenios». Sorprendentemente, la fertilización de los océanos con hierro parece ofrecer menos garantías de efectividad que la fertilización con fósforo, la cual por cierto ya tiene lugar de manera involuntaria mediante la contaminación de las aguas litorales, si bien esta contaminación genera problemas de otra índole como las floraciones de algas. Asimismo, los científicos advierten que la continua adición de elementos a los océanos constituye «una tarea colosal de geoingeniería que perturbaría gravemente por sí sola los ecosistemas marinos.» Por último, los investigadores señalan que ciertas medidas que han recibido mucha atención por parte de los medios de comunicación, como las tuberías oceánicas (que servirían para bombear agua rica en nutrientes desde las profundidades del océano hacia la superficie), «parecen tener una efectividad nula». Los científicos confían en que su trabajo sirva de referencia a la hora de evaluar planes de geoingeniería y de establecer las prioridades oportunas en futuras investigaciones en este ámbito.
Países
Reino Unido