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Las mangostas se unen para guerrear entre sí

La guerra no es exclusiva de los humanos. Según acaba de descubrir un equipo de investigadores, entre las mangostas también se desatan batallas grupales en las que participan hasta treinta ejemplares en cada bando «organizados en frentes».

Cambio climático y medio ambiente icon Cambio climático y medio ambiente

Luchas a muerte, lesiones graves y camadas asesinadas son a menudo las consecuencias de los conflictos entre grupos distintos de mangostas. Si bien los perjuicios de esta interacción son obvios, también se han descubierto ciertos beneficios en ella. Gracias al apoyo de la Unión Europea, el proyecto SOCDEV (Social development and life history evolution in cooperative mammals: an integrated approach) estudia las dinámicas de los conflictos entre animales gregarios, y algunos de sus resultados son sorprendentes. El profesor Michael Cant de la Universidad de Exeter, director de un estudio de larga duración sobre manadas de mangostas en Uganda, lo explicó del modo siguiente: «El conflicto entre grupos puede llegar a ser muy intenso entre animales sociales, pero hasta ahora solo se había estudiado en profundidad en humanos y chimpancés». Explicó que el precio de la lucha es caro tanto para los individuos como para el grupo: «Aumenta la probabilidad de muerte de los ejemplares y las camadas tienen menos probabilidades de sobrevivir si su grupo participa en un encuentro agresivo contra un rival». No obstante, si bien las mangostas jóvenes son vulnerables a los ataques durante las peleas, también se descubrió que las hembras gestantes muestran una probabilidad considerablemente menor de abortar si su grupo se ve involucrado en una. Estos resultados resultan paradójicos, pero el equipo al cargo de la investigación plantea que la razón puede residir en la necesidad de mantener el tamaño de la población ante un ataque letal. Las crías por nacer podrían ser especialmente valiosas en periodos de conflicto con manadas rivales. «Puede que las hembras embarazadas cuenten con algún modo de proteger su embarazo, quizá para contrarrestar la mortalidad debida al enfrentamiento y aumentar el tamaño y la competitividad de su grupo de cara a futuras peleas», explicó el profesor Cant en la revista «Animal Behaviour». Otro beneficio podría surgir de la oportunidad de aparearse con miembros de otro grupo. Durante los ataques se producen apareamientos y, dado que las mangostas apenas se relacionan con otros ejemplares ajenos a su círculo más cercano, estas situaciones ofrecen la oportunidad de ampliar el acervo genético. Una aplicación más amplia de los descubrimientos Si bien las luchas grupales se han estudiado en Pan trogloditas (es decir, chimpancés), la ausencia de información sobre las causas y consecuencias de la agresividad entre grupos ha frenado que se conozca mejor la influencia que ejercen los conflictos entre grupos. El proyecto SOCDEV se propone subsanar esta laguna. Existe una gran variedad de comportamientos cooperativos entre individuos del mismo sexo, edad y estatus. Los estudios con animales en el laboratorio apuntan a que esto puede deberse a influencias en fases tempranas del desarrollo, pero la función y los mecanismos de estos efectos del desarrollo en mamíferos salvajes no se conocen al detalle, ni si dichos efectos son adaptativos. El proyecto se vale de experimentos de campo a gran escala para medir los impactos del desarrollo en el crecimiento de las crías, la fisiología del estrés, la cooperación, la salud, la cognición y otros factores. Los descubrimientos logrados en la investigación podrían desvelar información sobre la evolución social en otros mamíferos cooperativos e incluso facetas de las dinámicas humanas. Tal y como explica el profesor Cant: «Establecer las consecuencias del conflicto intergrupal en las especies cooperativas puede aclarar los patrones de conflicto y cooperación en los grupos y, en consecuencia, ampliar el conocimiento que se posee sobre la evolución social». Para más información, consulte: Página del proyecto en CORDIS

Países

Reino Unido

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