Efecto del agua del Atlántico en el Océano Ártico
Una cuestión clave que surge en la investigación sobre el clima en el Ártico es si el calor transportado por las corrientes oceánicas puede influir en la formación de hielo marino. Otra cuestión destacada es si el aumento del calor oceánico puede reducir la extensión del manto de hielo. El proyecto ASOF-N ha investigado los posibles cambios producidos en la región como resultado del cambio climático. Los investigadores estudiaron el flujo de entrada de agua más cálida procedente del Océano Atlántico en el Océano Ártico. Científicos de ASOF-N también midieron el flujo de salida de hielo marino y el paso de agua dulce del Océano Ártico a los mares nórdicos a través del Estrecho de Fram. Éste tiene una profundidad de 2.600 metros y es el único paso profundo que conecta el Océano Ártico con el resto de los océanos del mundo. Por este motivo, los investigadores calcularon la magnitud del intercambio de aguas intermedias y profundas que tiene lugar entre el Océano Ártico y los mares nórdicos. Las mediciones tomadas en el Estrecho de Fram indicaron que había corrientes de agua más cálida del Atlántico que atravesaban el Estrecho y añadían su calor al Océano Ártico. El agua del Atlántico también constituye la principal fuente de agua, sal y calor para el Océano Ártico. La aportación de agua del Atlántico es diez veces mayor que la del Pacífico a través del Estrecho de Bering. Sin embargo, no toda el agua que entra a través del Estrecho de Fram procede del Atlántico. También puede haber aguas intermedias y profundas o aguas que están en recirculación en el propio Estrecho o justo al norte del mismo. La cantidad de tiempo que el agua en circulación permanece en las distintas cuencas oceánicas varía, y el calor que entra en el Océano Ártico se disipa con el tiempo y en el espacio. El agua situada al norte del Estrecho de Fram puede tardar un año en circular, mientra que la que pasa a través de la lejana Cuenca de Canadá puede tardar unos veinte o treinta años.