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¿Los animales migratorios sufren desfase horario?

Los seres humanos, los animales e incluso las plantas tienen noción de cuánto dura el día. Entonces, ¿los animales que viajan están tan desconcertados como nosotros cuando sale el sol de improviso? Nuestro experto Charalambos Kyriacou se dispone a buscar una respuesta.

El desfase horario es una experiencia familiar para los viajeros de larga distancia: una combinación de cansancio, letargo (y a menudo irritabilidad) que surge de un reloj corporal aún ajustado a la zona horaria anterior. Puede provocar trastornos del sueño, ansiedad y problemas digestivos, y significa que los dos primeros días de vacaciones pueden irse en la adaptación. Las aves, las ballenas y las mariposas pueden recorrer miles de kilómetros durante la migración. ¿Comparten nuestros problemas? «Los animales son muy sensibles a la duración del día, pero es poco probable que sufran desfase horario», afirma Kyriacou, catedrático de Genética del Comportamiento de la Universidad de Leicester. En comparación con las velocidades que alcanzan los aviones a reacción, su desplazamiento a través de los husos horarios es muy lento. Así tienen tiempo de sobra para adaptarse a los cambios de «fotoperiodo», explica Kyriacou, refiriéndose a la cantidad de luz diurna que recibe un organismo a lo largo de un día. Además, los animales tienen la evolución de su lado. «Han desarrollado estrategias migratorias a lo largo de miles de generaciones, por lo que es probable que se adapten bien a los cambios de fotoperiodo», señala Kyriacou. Sin embargo, los animales son muy conscientes de la duración del día y algunos parecen utilizarla como señal para saber cuándo migrar. «Las aves utilizan claramente el fotoperiodo como señal de "inquietud migratoria" en las épocas adecuadas del año», añade Kyriacou. Los días que se alargan en primavera, y las tardes que avanzan en otoño, son una señal poderosa de que se acerca el momento de mudarse. La duración del día también puede servir para medir la latitud. El solsticio de verano en Oslo dura unas veintidós horas, mientras que en Roma sólo dieciséis horas. Para encontrar un punto concreto del planeta, se puede volar hacia el norte o el sur hasta que se experimente una duración específica del día. Sólo hay un pequeño problema. «Para utilizar el fotoperiodo como indicador de la latitud, los animales deben saber qué época del año es», explica Kyriacou. «No es imposible, pero no hay muchos datos que lo demuestren». En el proyecto financiado con fondos europeos CINCHRON, realizado con el apoyo de las Acciones Marie Skłodowska-Curie, Kyriacou y su equipo estudiaron la hibernación en insectos y su relación con el reloj circadiano. El objetivo era comprender mejor cómo funciona la hibernación, al investigar su potencial como defensa contra especies portadoras de enfermedades, como los mosquitos, que se están extendiendo por Europa como consecuencia del cambio climático. Retrasando su hibernación, se les podría inducir a permanecer activos en invierno, para que el frío termine con ellos. En general, nuestra comprensión de la migración animal crece de forma paralela a la comprensión de que muchos más animales emprenden migraciones de larga distancia de lo que se pensaba. Sus habilidades parecen extenderse más allá del uso de la luz como señal. «Muchos animales, sobre todo aves o incluso insectos, pueden utilizar la información de los campos magnéticos para facilitar su migración», explica Kyriacou. «Incluso la información del cielo puede ayudar a la migración». Ojalá mirar las estrellas nos ayudara también con el desfase horario. Haga clic aquí para saber más sobre la investigación de Charalambos Kyriacou: Investigación sobre los relojes internos de insectos europeos e invasores.

Palabras clave

CINCHRON, animal, migración, comportamiento, señal, fotoperiodo, insectos, latitud