¿Como sabemos si los planetas lejanos son parecidos a la Tierra?
«En realidad, nadie tiene los mismos criterios o expectativas respecto a lo que decimos que es un planeta parecido a la Tierra», afirma Leconte. Para algunas personas, basta con que sea un planeta rocoso. Esto implica una superficie sólida, en contraposición con gigantes gaseosos como Júpiter o Saturno. Para descubrir si es sólido o gaseoso, los científicos miden primero el radio del planeta cuando pasa por delante de una estrella, lo cual les permite estimar su tamaño. Para calcular su masa, examinan cuánto hace la órbita del planeta que la estrella se «contornee». Mediante estos cálculos, pueden deducir después la densidad del planeta y diferenciar los mundos sólidos de las masas gaseosas. «Pero también hay planetas rocosos a 2 000 ºC, en los que, de hecho, la superficie se derrite», añade Leconte. Estos denominados «planetas con océanos de lava» no son precisamente habitables. «Por lo menos no para nosotros». El siguiente paso es ver si el planeta es templado, con un clima lo suficientemente suave para aguantar agua líquida en la superficie. Esta característica se pone de manifiesto por la cantidad de luz que recibe el planeta, junto con su órbita. Con todo, esto tampoco es suficiente para que algunos científicos consideren que un planeta es parecido a la Tierra. Quieren saber si hay una atmósfera adecuada. Para ello, vuelven a observar el planeta en tránsito delante de una estrella. Como algunos gases bloquean determinadas longitudes de onda, la luz que incide en el planeta quedará impresa con la firma atmosférica. Lo más difícil de averiguar es si, en realidad, hay agua en la superficie. La densidad de un planeta podría ofrecer pistas, pero los cálculos deben ser extremadamente precisos. Esto se debe a que incluso en los planetas oceánicos como el nuestro, cubierto por agua en un 71 %, esta representa una fracción diminuta de la masa total. Dicho de otro modo: el radio de la Tierra es de unos seis mil kilómetros, mientras que los océanos tienen una profundidad media de tres kilómetros y medio. Sin embargo, con todos los conocimientos anteriores, todo el mundo estaría satisfecho. «A menos que se quieran ver los extraterrestres allí —comenta Leconte—, cuando la gente piensa en un planeta parecido a la Tierra, piensa en un planeta rocoso que sea templado y tenga atmósfera y agua líquida».
Examinar exoplanetas
En el proyecto WHIPLASH, financiado con fondos europeos, Leconte desarrolló un nuevo conjunto de herramientas para analizar las atmósferas de planetas lejanos. A través del proyecto WHIPLASH, se creó un nuevo marco para comprender la física y la composición de las exoatmósferas, basándose en un innovador simulador de atmósferas planetarias en tres dimensiones. Con el reciente lanzamiento del telescopio espacial James Webb y la misión Ariel de la Agencia Espacial Europea prevista para finales de esta década, los científicos dispondrán de características con resolución ultraalta de planetas lejanos para investigar. Esto podría ayudar a revelar más información sobre los exoplanetas que rodean a TRAPPIST-1, una estrella que está a solo cuarenta años luz de la Tierra, incluida la presencia de agua líquida en la superficie.
¿Misión hacia una nueva Tierra?
El sistema estelar más cercano al nuestro gira alrededor de la estrella enana roja Proxima Centauri. A tan solo unos cuatro años luz de la Tierra, Proxima Centauri b es el exoplaneta parecido a la Tierra que tenemos más cerca. ¿Para cuándo podemos esperar una misión hacia allí? Incluso viajando a un 10 % de la velocidad de la luz, todavía se tardaría 40 años. «Existen algunas ideas descabelladas sobre cómo enviar sondas muy ligeras que serían impulsadas por un láser», señala Leconte. «Pero incluso así, creo que esto es solo ciencia ficción. Así que no será en un futuro cercano». Haga clic aquí para obtener más información sobre la investigación de Jérémy Leconte: Nuevas herramientas para un análisis más detallado de los exoplanetas
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