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¿Por qué está aumentando el populismo?

En los últimos años, se ha hablado mucho sobre el auge del populismo. Pero ¿dónde están las pruebas? ¿Qué es el populismo? Y, si es verdad, ¿es necesariamente preocupante? Le pedimos a Jan Kubik, catedrático de Ciencias Políticas, que analizara el desarrollo del populismo.

En un reciente artículo del «Washington Post» sobre la candidatura de Marine Le Pen en las últimas elecciones presidenciales francesas, se afirmaba que «el populismo tiene acento francés este mes», lo que contradecía la opinión generalizada de que el populismo se ha convertido en un fenómeno mundial.

Quizá deberíamos comenzar definiendo qué es el populismo.

«Si bien no existe un consenso sobre la definición de populismo, parece ser una ideología que divide a la sociedad en una lucha entre “el pueblo” y “las élites” —comenta Kubik—. Al afirmar que expresan la voluntad del pueblo, los políticos populistas restan importancia a los frenos y contrapesos del Estado. Los populistas de derecha también denigran a los “otros” por motivos de nacionalidad, religión, raza, orientación sexual o identidad de género». Kubik afirma que supervisar el número de partidos, líderes y discursos populistas, así como las tendencias de voto, revela que estamos experimentando una ola de populismo particularmente fuerte. Tal y como explica: «La opinión generalizada era que, cuando los populistas llegan al poder, meten la pata y son sustituidos rápidamente. Pero ahora hay Gobiernos populistas en Brasil, Filipinas, Hungría, la India y Polonia, sin mencionar el reciente trumpismo en los Estados Unidos».

Entonces, ¿qué cambios explican este auge?

Kubik indica que cada región tiende a tener sus propios factores distintivos. En América Latina, en términos generales, es la corrupción; en Europa occidental, suele girar en torno a la inmigración, mientras que, en la Europa oriental postsoviética, Kubik lo achaca a lo que él denomina «fatiga de la transformación retrasada». En Europa oriental, Kubik ve en parte una reacción a los procesos, a veces caóticos, de reorganización del postcomunismo, con el neotradicionalismo como baluarte del liberalismo. Kubik, que realizó un estudio en República Checa, Hungría y Polonia para el proyecto POPREBEL, citó el resentimiento de las personas afectadas por cambios drásticos de tipo cultural, social y político, así como un cambio de las nociones tradicionales de familia y los roles sexuales, todo ello agravado por la crisis económica de 2008. «También podemos hablar del resentimiento de los hombres blancos, avivado por el aumento de la desigualdad y la reducción de las oportunidades de trabajo», señala Kubik. Kubik aduce que esta mezcla puede llevar a un sentimiento de desorientación que va más allá de los ámbitos político y económico y puede llegar a las esferas culturales y sociales, al tiempo que agita problemas más profundos de identidad y pertenencia. Además, las redes sociales ofrecen una cámara de eco eficaz dentro de la cual se agudiza la rabia.

Sin embargo, si el populismo es una expresión de la voluntad de las personas, ¿cuál es el problema?

«No hay ninguna democracia que no sea una democracia liberal. Un componente esencial es la protección de los derechos de las minorías. Por lo general, no observamos este hecho con los gobiernos populistas», comenta Kubik. De hecho, el trabajo de Kubik ha trazado cómo el auge del populismo ha dado lugar a una mayor persecución de las mujeres, los migrantes y las personas LGBT. Otra característica distintiva del populismo es el intento de eliminar los frenos y contrapesos del Estado. Esto podría adoptar la forma de instigar procedimientos de voto favorables o intentos para desmantelar, cooptar o atacar instituciones culturales. «Más allá de la política, el objetivo de estos intentos es controlar las instituciones culturales y la memoria histórica», añade Kubik.

Así que, ¿qué esperanza hay para el futuro?

Kubik menciona medidas prácticas como: proteger la descentralización de las elecciones y, de este modo, mantener la política local en la que los populistas suelen flaquear; garantizar la separación entre la Iglesia y el Estado, y evitar que las instituciones culturales dependan solo de la ayuda del Estado. No obstante, en último término, Kubik pone su fe en la sociedad civil, en la movilización de base, sobre todo en la de las mujeres jóvenes. «Durante el mandato de Trump, observamos una voluntad en los Estados Unidos de defender valores y derechos. Este legado perdura, pero necesita respaldo. Soy un pesimista a corto plazo pero un optimista a largo plazo», concluye Kubik. Haga clic aquí para conocer más sobre la investigación de Kubik: La amenaza del populismo para la democracia en la Unión Europea

Palabras clave

POPREBEL, populismo, elecciones, partidos, voto, democracia, inmigración, minorías