¿Por qué no podemos predecir erupciones volcánicas como hacemos con los huracanes?
A pesar de que la erupción del Cumbre Vieja en La Palma (España) haya costado 843 millones EUR, afortunadamente solo se registró una víctima. Aunque se apreció sobremanera la respuesta de emergencia, el fenómeno ha suscitado preguntas acerca de la antelación con la que se puede alertar sobre este tipo de catástrofe natural. «La vulcanología avanza de manera similar a la predicción de fenómenos meteorológicos extremos, pero está unas décadas rezagada», afirma Kolzenburg, vulcanólogo en la Universidad de Búfalo (los Estados Unidos). «En primer lugar, ya teníamos un largo historial de datos meteorológicos en los que basarnos. En segundo lugar, los huracanes son más frecuentes y a menudo estacionales, mientras que las grandes erupciones volcánicas son poco frecuentes. Por último, los volcanes son técnica y logísticamente difíciles de supervisar». La predicción meteorológica basada en el conocimiento de las ciencias de la atmósfera, junto con las observaciones regulares tienen unos doscientos años de existencia. Los satélites se basan en estos datos examinando a escala local y aportan mediciones precisas de variables como la humedad o la velocidad del viento. Sin embargo, aunque el tiempo meteorológico esté en todas partes, los volcanes están repartidos por el planeta, lo cual dificulta la recopilación de datos. Los caros sismómetros para detectar señales geofísicas no tienen una distribución uniforme a nivel mundial y dependen de los conocimientos de un conjunto de competencias especializadas. Además, los diferentes tipos de magma pueden provocar que las erupciones sean demasiado rápidas como para reaccionar a tiempo o, por el contrario, demasiado infrecuentes como para justificar el coste de una observación constante, ¡por no hablar de los posibles peligros! Sin embargo, quizás la mayor dificultad es que, tal y como afirma Kolzenburg, «son órdenes de magnitud mucho más difíciles de “ver” en la Tierra que en los patrones de imágenes meteorológicas». A fin de predecir con precisión el comportamiento volcánico, los científicos tendrían que medir la composición química y la temperatura del magma, para entender cómo la viscosidad y la volatilidad pueden influir en la presión. Asimismo, necesitan saber mucho sobre lo que Kolzenburg denomina «la geometría del sistema de conductos». «Incluso con sensores robustos, es prácticamente imposible obtener todos los datos de entrada que se necesitarían para predecir un sistema tan dinámico», añade Kolzenburg, quien fue investigador principal del proyecto DYNAVOLC, financiado con fondos europeos, sobre modelización volcánica.
Ciencia ciudadana para la supervisión de volcanes
Las herramientas de sismología moderna, junto con una mayor comprensión de los procesos subyacentes mediante el análisis de erupciones anteriores, investigaciones experimentales y modelizaciones numéricas, están desvelando más información sobre los volúmenes, movimientos y características del magma. Por ejemplo, sabemos que las cámaras magmáticas no son grandes calderas de magma, sino pequeños bolsillos dispersos por la corteza, de forma parecida a una esponja. Además, los sensores aéreos y satélites que transmiten datos casi en tiempo real han demostrado ser un revulsivo para ayudar a predecir cómo podrían desarrollarse las erupciones activas una vez en iniciadas. A pesar de que la cara tecnología punta como la tomografía de muones podría crear imágenes tridimensionales de estructuras volcánicas, lo que realmente entusiasma a Kolzenburg es el poder de las personas: «Hace poco vimos, con las erupciones de La Palma, el Nyiragongo y el Kilauea un conjunto de recursos comunitarios de base. Confío en esta interfaz compartida de trabajo de campo, analítica y modelización, junto con la sismología, para seguir la evolución de futuras erupciones». Haga clic aquí para obtener más información sobre la investigación de Kolzenburg: Nueva información sobre el comportamiento volcánico para mejorar las predicciones.
Palabras clave
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