¿Establecer en modo privado? Los desafíos políticos que plantean las redes sociales
Cuando se habla de la «nueva normalidad» de la vida pospandémica, generalmente se hace referencia al teletrabajo y al uso de las redes sociales y de programas de videoconferencia para mantenerse en contacto con el resto del mundo, pero lo cierto es que esta transición lleva mucho tiempo gestándose y también afecta a los diplomáticos y a los responsables políticos. Mucho antes de 2020, las herramientas digitales habían empezado a desafiar los antiguos métodos de diplomacia. El proyecto DIPLOFACE (Diplomatic Face-Work - between confidential negotiations and public display), financiado por el Consejo Europeo de Investigación (CEI), se centra en este avance revolucionario. ¿Cómo afectan las redes sociales a la política tradicional? ¿Interfieren los esfuerzos de los responsables políticos por presentarse a sí mismos de forma proactiva en tuits con las negociaciones a puerta cerrada y su cultura de moderación y secretismo? ¿Qué sucede con la digitalización de la diplomacia de Bruselas antes y después de la COVID-19? Sería tentador responder afirmativamente a la segunda pregunta. En los Estados Unidos, el presidente Donald Trump se hizo tristemente famoso por sus tuits, que a menudo tomaban por sorpresa a los socios internacionales. Sin embargo, Rebecca Adler-Nissen, investigadora principal de DIPLOFACE, plasma una realidad mucho más sutil. «Los tuits de Trump son un síntoma de algunos aspectos del comportamiento político en línea, pero el mundo político en línea es tan polifacético como su equivalente fuera de internet. El protocolo diplomático y el autocontrol no se sustituyen de repente por publicaciones agresivas en mayúsculas, sino que siguen desempeñando su función, también en línea», explica esta catedrática de la Universidad de Copenhague.
Lograr un equilibrio
La política en las redes sociales desafía el equilibrio entre una cooperación internacional eficaz y la legitimidad pública. La cobertura constante y en directo de los medios de comunicación y la adopción masiva de correos electrónicos, vídeos y actualizaciones, junto con la demanda de una mayor transparencia en la política mundial, implican que los responsables políticos tienen que moverse en una línea cada vez más delgada entre ambos aspectos de la política. En este sentido, la COVID-19 es un gran ejemplo. DIPLOFACE estudió cómo la pandemia ha afectado a la diplomacia a través de las restricciones, el distanciamiento social y el repentino giro hacia las reuniones en línea y las videoconferencias. Descubrieron que, después de todo, el cambio no fue tan repentino. «La socióloga Karin Knorr Cetina lo denomina “situación sintética”. Demostramos que la mayor parte de las reuniones diplomáticas ya se realizaban digitalmente (o eran sintéticas) antes de la COVID-19. Lo interesante es ver cómo el cambio tecnológico afecta a la diplomacia creando tanto tensiones profesionales como resistencia personal en situaciones sintéticas», explica Adler-Nissen. Sorprendentemente, aún no se comprende bien esta relación. Para colmar esta laguna, es necesario observar el proceso de negociación «en directo» en la sala de máquinas de la diplomacia y, al mismo tiempo, incluir a todos los agentes externos. «En nuestra investigación se estudia por primera vez la forma en que líderes y diplomáticos gestionan el entrelazamiento repentino e imprevisto entre las negociaciones diplomáticas privadas y las públicas. Esto se consigue combinando varios métodos y recopilando diferentes clases de datos empíricos: trabajo sobre el terreno, observaciones directas, entrevistas y análisis de millones de actualizaciones en las redes sociales», comenta Adler-Nissen.
Exceso de información
En la práctica, las redes sociales y las videoconferencias apenas cumplen su promesa de ofrecer más accesibilidad y transparencia. El equipo también observó que las interpretaciones y los patrones de uso locales de las plataformas de redes sociales difieren bastante. Mientras que algunos usuarios adoptan las nuevas herramientas de comunicación para construirse unos buenos perfiles como negociadores competentes, otros se cansan de la comunicación constante, el exceso de información y de las violaciones de la confidencialidad. «Más importante es que la revolución digital cuestiona las normas y los estándares de la profesión diplomática. El uso de las redes sociales no solo supone un esfuerzo para mostrar identidades nacionales, sino también para definir los ideales de la profesión diplomática», añade Adler-Nissen. Ahora el trabajo de Adler-Nissen continúa centrándose en cómo la vida política internacional responde a la transición digital y en si esta transición crea desigualdades entre los países. «Creo que nunca voy a abandonar este proyecto, ni siquiera cuando termine de forma oficial. Desde un punto de vista intelectual, DIPLOFACE es la experiencia académica más estimulante y desafiante que he tenido hasta ahora y aún faltan muchos aspectos de la diplomacia por explorar y explicar», concluye.
Palabras clave
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