Convertir los desperdicios de alimentos en colorante alimentario sostenible
¿Qué tienen en común el queso, los cereales, las mermeladas y las carnes procesadas? Sin duda, todos son comestibles y a menudo deliciosos, pero también son usuarios frecuentes del E120, un colorante alimentario de aspecto rojo brillante que proviene del cuerpo y los huevos de insectos. Este colorante, que habitualmente se denomina carmín, recientemente ha sido puesto en tela de juicio por grupos de defensa del consumidor. Dichos grupos sostienen que el carmín provoca problemas de comportamiento, como el trastorno de déficit de atención e hiperactividad en los niños. Debido a dichas preocupaciones sobre la salud y la seguridad, la industria alimentaria ha presionado para encontrar una «mejor fuente de color rojo». Para el proyecto LycoSOL, financiado con fondos europeos, esa fuente es el tomate rojo. «Nuestra solución natural y respetuosa con el medio ambiente proviene íntegramente de la extracción de residuos vegetales, en este caso, los restos de la piel del tomate», afirma Arısan İnce, cofundador y director general de BioCapSOL. Esta empresa turca, especializada en la extracción de ingredientes valiosos a partir de subproductos de la producción alimentaria, es el socio principal del proyecto LycoSOL.
Ver una oportunidad perdida
El licopeno es un carotenoide, un pigmento natural que proporciona a algunas frutas y vegetales, como los tomates, su color rojo. Al ser un antioxidante, también ayuda a proteger el cuerpo ante daños celulares. El proyecto LycoSOL, al ver una oportunidad para crear un colorante alimentario natural que también ofrece beneficios para la salud, se propuso cultivar el licopeno a partir de los tomates. A pesar de que muchos alimentos utilizan tomates, suelen deshacerse de la piel. Sin embargo, dado que el licopeno se encuentra en la piel, BioCapSOL no consideró que dichas pieles eran un desecho sino una oportunidad desperdiciada. «Era un claro ejemplo de cómo el desecho de una persona se convierte en oro para otra», explica İnce. Sorprendentemente, crear este desecho fue más difícil de lo previsto. «El cambio climático está haciendo que los periodos de cultivo sean menos productivos y que la calidad de la materia prima sea más variable», añade İnce. «En consecuencia, tuvimos que modificar nuestras herramientas de corte y lavado, así como nuestro sistema de secado, para compensar dichos cambios». Tras haberse asegurado las pieles de tomate, BioCapSOL pudo extraer con éxito el licopeno, que, posteriormente, se convirtió en LycoSOL, una substancia que otros alimentos pueden utilizar no solo para crear un atractivo color rojo, sino también para ofrecer al consumidor una importante fuente de antioxidantes.
Hacia un futuro sostenible
LycoSOL ofrece otra ventaja fundamental: su proceso de producción es respetuoso con el medio ambiente. «Tenemos que aprovechar mejor nuestros flujos de residuos ya que eso ayuda a crear una economía circular y sostenible», señala İnce. «El proyecto LycoSOL es un ejemplo perfecto de cómo puede ser este tipo de futuro». En cuanto al futuro, İnce afirma que el proyecto LycoSOL ha abierto la puerta de muchas oportunidades potenciales para BioCapSOL. «Los conocimientos que obtuvimos durante este proyecto nos ayudan a identificar otros flujos de residuos orgánicos que podrían convertirse en productos con valor añadido», añade. «Eso demuestra que la madre naturaleza nos ha proporcionado un banquete de ingredientes naturales. Ahora bien, depende de nosotros aprovecharlos».
Palabras clave
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