La infidelidad puede ser genética
Los diamantes mandarines (Taeniopygia guttata) forman parejas monógamas de por vida, pero tanto machos como hembras practican el sexo al margen de esta unión. Aunque los beneficios para el macho están claros (procrear), las hembras se arriesgan a perder a su compañero. Científicos alemanes sugieren que las hembras no pueden evitar la promiscuidad debido a que heredan muchos de los genes responsables del comportamiento promiscuo de los machos. La extendida creencia de que la mayoría de las especies de aves practican la monogamia se vino abajo hace varios años cuando un equipo de científicos empleó métodos de genética molecular para demostrar que muchos juveniles no son las crías de la pareja de su madre. Una explicación dada fue que mediante estas relaciones «extraconyugales» los machos aumentan su éxito reproductivo al dar lugar a mayor número de crías. En cambio, en el caso de las hembras, eran más los aspectos negativos. Los machos engañados suelen colaborar menos en la cría de los polluelos y no cabe esperar ayuda de la pareja extraconyugal pues ésta prefiere ayudar a su propia pareja habitual. Así pues, había que aclarar por qué algunas hembras acuden a otros machos para aparearse fuera de su relación. El doctor en ornitología Wolfgang Forstmeier y sus colegas del Instituto Max Planck (Alemania) observaron los comportamientos y rituales de apareamiento en más de 1 500 diamantes mandarines en cautividad pertenecientes a cinco generaciones consecutivas. Mediante un sistema de videovigilancia lograron estudiar la reacción de las hembras con pareja a los avances de su propia pareja y de otros machos. Además los investigadores realizaron un análisis genético de paternidad mediante métodos de marcadores microsatelitales para determinar la cantidad de crías que un macho ha engendrado en un nido ajeno. También contaron la cantidad de crías nacidas de las relaciones de cada hembra con un macho distinto a su pareja. Los resultados, publicados el 13 de junio de 2011 en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), sugieren que la predisposición a la infidelidad posee una base genética moderada pero crucial desde el punto de vista evolutivo. En concreto, las variantes genéticas que potencian la promiscuidad de los machos, aumentando la cantidad de descendencia, pueden fomentar igualmente la promiscuidad en las hembras. «No es esencial que exista un beneficio evolutivo para las hembras», explicó el Dr. Forstmeier, autor principal del estudio. «Basta con que los antepasados macho hayan obtenido beneficios de un comportamiento promiscuo. Un "gen Casanova" aumentará su frecuencia entre la población siempre que los beneficios para los portadores machos del gen superen a los perjuicios para las portadoras hembra.» Los análisis genéticos desvelaron que los machos promiscuos tienden a engendrar hijas con la misma tendencia y esta justificación de las aventuras extramaritales también se puede aplicar a los humanos, entienden los investigadores. «En estudios posteriores se dilucidará hasta qué punto son los mismos genes los que influyen de manera similar en el comportamiento femenino y masculino», concluyó el Dr. Forstmeier.Para más información, consulte: Max-Planck-Gesellschaft: http://www.mpg.de/en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) http://www.pnas.org/
Países
Alemania