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Romper barreras para la aceptación de los insectos como fuente alimentaria

Una fuente abundante de alimento en una época de incertidumbre alimentaria que plantea una única cuestión: cómo superar la aversión a ver insectos en el plato

Los insectos son ricos en proteínas y pueden criarse con un menor impacto para los recursos naturales que el que implican las granjas convencionales a gran escala. Sin embargo, no existen normativas claras sobre cómo incorporarlos a nuestra cadena alimentaria, a lo que hay que sumar las dificultades que plantea impulsar su aceptación, aunque los hallazgos realizados por un proyecto de la Unión Europea están contribuyendo a crear una perspectiva más amplia. La labor efectuada por el proyecto financiado con fondos europeos PROTEINSECT ayudó a sustentar un análisis centrado en el desafío de promover las ventajas, la seguridad y la sostenibilidad de los insectos como alimentos. Tal y como exponen los autores del informe, publicado recientemente en la revista «Nutritional Bulletin», por lo general los insectos tienen niveles elevados de proteínas animales y micronutrientes clave, su cría produce una huella ecológica menor y puede basarse en restos alimentarios. No obstante, su consumo sigue planteando escollos de carácter cultural, social y económico. El informe determina la importancia histórica de la entomofagia para el ser humano, así como oportunidades y dificultades clave identificadas en las investigaciones efectuadas hasta la fecha —como la realizada por el proyecto PROTEINSECT— prestando una atención especial a las lagunas de investigación. El informe, redactado a modo de análisis narrativo, pone de manifiesto que existen cuestiones en torno al impacto para los insectos derivado de su alimentación y al modo en que ésta podría influir en su seguridad como alimento. El documento plantea cómo preservar los beneficios para el medio ambiente de la cría de insectos incluso en el caso de ampliar de escala su producción. También destaca la necesidad de seguir investigando para establecer metodologías claras de procesamiento y almacenamiento, definir prácticas de cría y adoptar normativas en materia de seguridad de alimentos y piensos. Además, el informe pone de manifiesto las barreras que dificultan la implantación generalizada de la entomofagia y los pasos necesarios para superarlas. Una larga tradición de consumo de insectos La entomofagia no es una práctica novedosa, existen pruebas arqueológicas que demuestran que el ser humano ha evolucionado como una especie entomófaga. El informe explica que en diversas regiones del África central se dan casos en los que hasta el 50 % de las proteínas ingeridas provienen de insectos y su valor de mercado es más alto que el de numerosas fuentes alternativas de proteína animal. Según las estimaciones, la entomofagia se practica en al menos ciento trece países, existen más de dos mil especies de insectos comestibles documentadas y la Organización de las Naciones Unidas la ha recomendado como una posible solución para la escasez mundial de alimentos. Los autores citan el ejemplo de Tailandia, país en el que, en 1978, una plaga de langostas (Patanga succincta) provocó una campaña gubernamental para promover su comestibilidad. La iniciativa resultó tan exitosa que la langosta pasó de considerarse una plaga para los cultivos a convertirse en un tentempié popular. Se trata de un cambio de rumbo interesante que ha propiciado que su valor de mercado sea tal que, a día de hoy, algunos productores destinan cultivos específicamente a alimentarlas. Sin embargo, aunque en numerosos países de todo el mundo los insectos forman parte de la dieta cotidiana, el informe revela que la falta de ensayos relacionados con el consumo de insectos por parte de seres humanos sigue suponiendo una de las lagunas de investigación citadas, ergo no resulta posible efectuar recomendaciones definitivas sobre si los insectos son adecuados a nivel nutricional para el consumo humano. Insectos para alimentar a animales Los insectos son nutritivos, su impacto ambiental es reducido, su producción requiere poco espacio y ya forman parte de la dieta natural de cerdos, aves y peces. El informe cita una investigación que demuestra que utilizar insectos en los piensos destinados a aves de engorde no provoca una reducción en la tasa de crecimiento y que, en algunos casos, hasta se incrementa. Se ha demostrado que reemplazar el aceite de semillas de soja con larvas de mosca soldado negra no influye en el crecimiento o la productividad de los pollos de engorde, hecho que sugiere que se trata de una alternativa viable. No obstante, unos de los principales beneficios consistiría en reemplazar los aceites y productos derivados del pescado que se emplean para alimentar a los animales con derivados de insectos, aliviando así la presión sobre las poblaciones oceánicas de peces que se están diezmando a causa de la sobrepesca destinada a la fabricación de piensos. El proyecto PROTEINSECT concluyó su labor en 2016. El objetivo del consorcio consistía en facilitar la explotación de los insectos como una fuente alternativa de proteínas para la nutrición de animales y personas. El artículo publicado en la revista «Nutritional Bulletin», titulado «Opportunities and hurdles of edible insects for food and feed», se basaba en diversos hallazgos del proyecto PROTEINSECT, a saber: que un 66 % de los consumidores encuestados consideran las larvas de mosca como un producto adecuado para la producción de piensos, que más del 80 % deseaban saber más sobre el uso de insectos como piensos y que el 75 % estaría conforme con la posibilidad de ingerir alimentos elaborados con animales criados con insectos. Para más información, consulte: Sitio web del proyecto

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