Exámenes de ADN revelan la preservación de cereales indígenas en las islas Canarias
Unas semillas de cebada de hasta mil años de antigüedad escondidas por la población local en sistemas de silos en la roca volcánica y en cuevas montañosas han permitido llevar a cabo un genotipado sin precedentes de especímenes arqueobotánicos. Este estudio ayuda a comprender en mayor profundidad la dieta de subsistencia del ser humano desde el Paleolítico y el Epipaleolítico hasta nuestros días. «En estas cuevas, las condiciones eran idóneas para el almacenamiento, hasta el punto de que, a día de hoy, más de quinientos años después, se pueden encontrar semillas intactas en algunas de las cuevas más remotas y mejor escondidas», explica Jacob Morales, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y uno de los principales investigadores del estudio. Los resultados, publicados en el Journal of Archaeological Science, ponen de manifiesto la existencia de similitudes genéticas asombrosas entre la cebada canaria actual y la de épocas prehistóricas. Este estudio conjunto, que contó con la participación de especialistas de las universidades de Las Palmas de Gran Canaria y de Linköping (Suecia), procedió al genotipado de seiscientos cuarenta granos individuales de cebada y realizó un análisis comparativo de más de cien variedades genéticas diferentes de las islas Canarias, el norte de África y el Mediterráneo occidental, cultivadas a lo largo de distintos periodos. Cabe destacar que la datación por carbono radiactivo (espectrometría AMS) indicó que algunas de las semillas encontradas procedían de un periodo comprendido entre los años 1050 y 1440 de nuestra era, es decir, de época prehispánica casi con toda probabilidad. En resumen, en comparación con las semillas procedentes de los continentes africano y europeo, lo que se ha sacado a la luz es un material arqueológico canario, en concreto cebada, que presenta un grupo de genes único que se remonta varios siglos hasta una época anterior a la conquista de las islas Canarias por parte del reino de Castilla. «Como la población original ha sido sustituida en su mayor parte por personas procedentes de España, nos interesaba saber si la cebada también se había reemplazado. Lo que descubrimos fue que la cebada que se cultiva en la actualidad en las islas Canarias es exactamente la misma que traía la población original al archipiélago en el momento de la colonización, a principios del primer milenio de nuestra era», afirma Jenny Hagenblad, profesora adjunta de la Universidad de Linköping y coautora del estudio. Aunque el origen exacto de los guanches, los pobladores indígenas de las Canarias, sigue siendo objeto de debate y las teorías al respecto abundan, lo que ahora ya sabemos con seguridad es que la cebada se ha preservado de forma excepcional y ha seguido siendo el cultivo principal de las islas. Desde que los pueblos indígenas protegieran e incluso decidieran esconder sus valiosas cosechas en cuevas prehistóricas, pasando por los colonos españoles de los siglos XIV y XV hasta las comunidades agrícolas actuales, esta semilla parece arraigada en lo más profundo del ADN de las islas Canarias. «También hemos aprendido mucho sobre la cebada que se cultivaba en época prehistórica. Los marcadores genéticos que hemos empleado nos muestran que la cebada tenía un alto contenido nutricional y que cada planta producía muchas semillas. La cebada parece haberse adaptado bien a las islas Canarias, algo de lo que seguramente también se dieron cuenta los conquistadores españoles», destaca Matti Leino, profesor adjunto del Museo Nórdico y, anteriormente, de la Universidad de Linköping. El hallazgo de esta similitud genética en la actualidad abre la puerta a la posibilidad tan atractiva de llevar a cabo futuros estudios poblacionales a mayor escala de restos arqueológicos de ADN antiguo para desvelar la historia enterrada del planeta. El proyecto PALEOPLANT, que oficialmente llegó a su fin en diciembre de 2015, se propuso ampliar los conocimientos sobre el uso de alimentos y recursos fitogenéticos por parte de sociedades preagrícolas. El proyecto recibió fondos del Consejo Europeo de Investigación por valor de casi 385 000 euros. Para más información, consulte: Página del proyecto en CORDIS
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