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Un estudio nuevo anima a promover la cooperación entre los adolescentes israelíes

Un estudio publicado recientemente y amparado por el proyecto EMOTIONS IN CONFLICT, financiado por la Unión Europea, ha puesto de relieve que la cooperación entre adolescentes israelíes judíos y palestinos mejora después de enseñarles que los seres humanos pueden cambiar sus percepciones, sin necesidad de mencionar a ningún adversario en concreto.

El conflicto entre Israel y Palestina se remonta décadas atrás, lo que ha generado una sensación de desconfianza mutua entre los israelíes de origen judío y palestino hasta el punto de que, con frecuencia, ambos grupos se resisten a colaborar para solventar problemas comunes a ambos colectivos. No obstante, un equipo de psicólogos coordinados por la Universidad de Stanford y el Centro Interdisciplinar de Herzliya (Israel) ha descubierto que resulta posible incrementar significativamente la capacidad para cooperar de adolescentes de ambas comunidades si se les enseña que, por lo general, los grupos pueden cambiar —sin mencionar a grupos antagónicos concretos—. El estudio se basó en una investigación anterior efectuada por dos integrantes del equipo, la profesora Carol Dweck y el profesor Eran Halperin, siendo éste último autor sénior del estudio que nos ocupa, publicado recientemente en la revista «Social Psychological and Personality Science». En su trabajo previo habían descubierto que tanto israelíes como palestinos mostraban una actitud mutua más favorable y una mayor disposición a hacer concesiones tras mostrarles un artículo de prensa que defendía la tesis de que los grupos son capaces de cambiar. «Cuando se cree que las personas tienen rasgos inmutables, basta con detectarlos y partir desde ahí», comentó Dweck. «Por el contrario, si se cree que las personas pueden evolucionar y cambiar, desaparece la tendencia a servirse de prejuicios». Este nuevo estudio representa el primer intento del equipo de reunir a ciudadanos israelíes judíos y palestinos para tantear sus opiniones. En un lapso de tres meses, el equipo realizó cuatro sesiones en las que participaron setenta y cuatro alumnos de una escuela de israelíes judíos y sesenta y siete estudiantes de un centro para israelíes de origen palestino, todo ellos de entre trece y catorce años de edad. Los alumnos de cada centro se dividieron en dos grupos. Durante tres sesiones, a uno de los grupos se les habló de la capacidad para cambiar de las personas, mientras que los integrantes del otro grupo aprendieron modos de lidiar con el estrés. En la cuarta sesión se reunió a la totalidad de los estudiantes y se hicieron equipos mixtos de entre cuatro y seis participantes. Los equipos llevaron a cabo diversas tareas que sirvieron para evaluar el grado de cooperación entre ellos. Una de las tareas consistió en que los estudiantes levantaran una torre tan alta como fuera posible en diez minutos utilizando espaguetis, golosinas (esponjitas) y cinta adhesiva. Los resultados revelaron que los estudiantes a los que se había enseñado que las personas pueden cambiar construyeron torres un 59 % más altas e hicieron gala de una actitud más positiva hacia sus compañeros que los integrantes de los grupos de control. «Esperábamos apreciar diferencias, pero no de semejante magnitud», afirmó Amit Goldenberg, estudiante de postgrado y autor principal del artículo. «Observar cambios de actitud es mucho más sencillo, pero constatar que se produce una mejora real en el grado de cooperación resulta extraordinario». Goldenberg y sus compañeros sostienen que el contenido de los talleres podría producir resultados positivos de implantarse a mayor escala en centros educativos israelíes y palestinos. En la actualidad, el equipo está efectuando estudios similares con adultos lo que, en opinión de los investigadores, es relevante para determinar hasta qué punto puede perdurar el cambio de actitud. Entretanto, el equipo se muestra entusiasmado con las implicaciones del estudio centrado en adolescentes. «El conflicto entre Israel y Palestina afecta a millones de personas cada día», comentó Goldenberg. «Cualquier contribución para solventar este problema supone un avance». El estudio, dotado con 1,5 millones de euros, se financió a través del proyecto EMOTIONS IN CONFLICT, auspiciado por el Consejo Europeo de Investigación (CEI) y dirigido por el Centro Interdisciplinar de Herzliya. Este proyecto, que concluirá en enero de 2019, se centra en estudiar el modo en que la regulación de las emociones humanas puede favorecer la resolución de conflictos. Para más información, consulte: Página del proyecto en CORDIS

Países

Israel

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